Ya no se trata solo de dar la respuesta adecuada a Putin sobre Ucrania después del ataque al hospital de Kiev, mostrar una posición unida de Occidente y celebrar los 75 años de la Alianza.
Ahora hay una serie de otras cuestiones sobre la mesa: ¿cómo está la salud de Biden y qué sucederá si Trump gana el 5 de noviembre? ¿Qué hacer con Orban, quien después de reunirse con Putin y Xi, está sentado tranquilamente en la mesa de la Alianza Atlántica? ¿Y Macron, al borde de una posible cohabitación con un gobierno aún por definir, tendrá la fuerza y el impulso adecuados en los próximos meses cruciales en cuestiones internacionales? ¿Y qué esperar del nuevo Reino Unido de Keir Starmer? Estas son solo algunas preguntas, pero hay muchas más. Sin duda, lo que debía ser una reunión solemne se ha convertido en un encuentro lleno de dramatismo, principalmente debido a Putin, quien en vísperas de la cumbre disparó un misil contra el hospital pediátrico de Kiev.
La respuesta de la OTAN ya ha sido anunciada: Ucrania se unirá a la Alianza y el camino está marcado como "irreversible".
Pero entre los protagonistas de la cumbre está también Viktor Orban, quien ha 'arrastrado' a Europa a un error grave, al presentarse como mediador de una paz con sabor "putiniano" entre Zelensky y el Zar mismo.
Tener la presidencia rotativa de la UE no significa poder representar a la UE -sin un mandato-, como pensó hacer el primer ministro húngaro. Para eso están el presidente del Consejo, el 'ministro de Asuntos Exteriores', e incluso la presidenta de la Comisión. El rol de la presidencia rotativa es otro.
De todos modos, Europa está atravesando un momento crucial en su historia, con pocos precedentes.
En los próximos meses deberá avanzar en una serie de reformas fundamentales, comenzando por la construcción de una verdadera política exterior común y continuando con una identidad de defensa europea que deberá complementar a la OTAN.
Y el gasto en defensa deberá elevarse al 2% del PIB, especialmente a solicitud de Estados Unidos.
Y aquí llegamos al "elefante en la habitación" llamado Joe Biden. Los ojos de los líderes estarán puestos en el presidente estadounidense, mientras crecen los llamamientos para su renuncia. Y las reflexiones también se dirigirán hacia la posibilidad de que en la próxima cumbre esté Donald Trump, quien ya ha expresado claramente su opinión sobre la OTAN y Europa.
Es una posibilidad para la cual la Unión Europea debe prepararse, esperando ver una Europa diferente a la que hemos visto en estas semanas y que se enfrenta, entre grandes tensiones, a la complicada votación del Parlamento Europeo el 18 de julio para los nuevos cargos institucionales.
Ursula Von der Leyan no está en Washington. Ha permanecido en Europa para las últimas negociaciones con el fin de asegurar los márgenes de seguridad en la votación de Estrasburgo.
Mientras tanto, Orban mismo ha dado inicio a un grupo de derechas populistas que se ha convertido en el tercer partido del Parlamento Europeo. Y Macron, después de frenar el avance de Le Pen, aún no sabe con qué primer ministro tendrá que lidiar ni cuál será su margen de maniobra en los próximos meses.
En esta etapa, Europa debe apresurarse a encontrar una dirección unificada para enfrentar los desafíos que el mundo tiene por delante, quizás con una nueva relación con Londres después del cambio en Downing Street.
Estados Unidos y Europa también deberán responder a las políticas cada vez más agresivas de China, presionar por un alto el fuego en Oriente Medio, encontrar el camino para avanzar en la transición verde y tecnológica con una gestión global de la inteligencia artificial.
Finalmente, la cumbre de Washington puede marcar el inicio de un camino para Occidente que no será fácil y que requiere muchas respuestas. Desde aquí se debe intentar comenzar a desentrañar los primeros nudos de esta madeja.
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