Después del tira y afloja por la devolución del cuerpo, las dificultades para encontrar una sala funeraria e incluso un coche fúnebre, pero también el temor a posibles represalias, miles de personas se reunieron hoy en el barrio suburbano de Maryino, a más de 20 kilómetros del centro de Moscú, para dar su último adiós al opositor ruso, Alexei Navalny, en una pequeña iglesia apretujada entre anónimas torres residenciales de hasta 30 pisos.
Mientras, las autoridades, a pesar del despliegue masivo de las fuerzas del orden (policía, Guardia Nacional, fuerzas especiales de Omon) no hicieron nada para dispersar a los seguidores de la oposición, ni siquiera cuando entre la multitud surgieron consignas hostiles contra el presidente ruso, Vladimir Putin.
Las notas de "My Way" ("A mi manera") y la banda sonora de 'Terminator 2' -la película favorita de Navalny- acompañaron el entierro, que tuvo lugar al final en presencia de su madre Lyudmila, su padre Anatoly y algunos amigos íntimos en el cementerio de Borisovskoye, al término de una jornada de intensas emociones en la que participaron principalmente jóvenes, pero también varias personas mayores.
"Estoy aquí porque representó esperanza en un país diferente, para mí, mi familia, mis amigos, aunque probablemente pagaremos las consecuencias", dijo a ANSA Irina, una joven de 19 años, frente a la iglesia de el Icono de la Madre de Dios, donde tuvo lugar el rito religioso ortodoxo, con el ataúd abierto.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, advirtió que cualquier manifestación "no autorizada" sería considerada una "violación de la ley".
La manifestación se transformó en una protesta política, con consignas como "Rusia será libre" y "una Rusia sin Putin" entre la multitud.
Y, sucesivamente, la ONG Ovd-Info anunció que seis personas fueron detenidas en la capital, entre ellas un líder local del partido progresista Yabloko, Andrei Morev, quien fue bloqueado en el metro cuando regresaba del funeral.
Según la misma fuente, un total de 67 personas fueron detenidas durante las conmemoraciones en 16 ciudades rusas.
Los funerales, de todos modos, no se vieron perturbado por incidentes: la policía se limitó a dirigir la afluencia de participantes y a colaborar con los numerosos periodistas rusos y extranjeros presentes.
Cuando la furgoneta con el ataúd de Navalny salió de la iglesia, le arrojaron decenas de ramos de flores.
Entre ellos también el del encargado de negocios italiano, Pietro Sferra Carini, que, como otros diplomáticos occidentales, esperó mucho tiempo y en vano para ser admitido a la ceremonia.
Luego, con el telón de fondo de un cielo gris que amenazaba nieve, una columna negra de personas caminó por el puente Brateevsky que cruza el río Moskva para llegar al cementerio.
La multitud inmediatamente comenzó a presionar hacia la entrada, mientras en el interior, a unas decenas de metros de distancia, se realizó el entierro.
Nuevas consignas surgieron entre los presentes, como "Alexei es nuestro héroe".
Pero, sobre todo, el repetido del "déjanos entrar".
Al finalizar la ceremonia se accedió a la petición. Después de pasar por el detector de metales, todos pudieron depositar sus flores ante la fotografía de Navalny y arrojar un puñado de tierra sobre el ataúd, colocado en la tumba recién excavada.
El día de su despedida, Navalny fue recordado con un nuevo homenaje de Vladimir Kara-Murza, otro opositor que actualmente cumple una pena de 25 años de prisión, la más severa impuesta a un enemigo del Kremlin.
"El futuro no se puede detener con balas, venenos o prisiones", escribió Kara-Murza, para cuya liberación, en los últimos días, otro disidente, Ilya Yashin, había pedido la intervención diplomática de la ONU, la Unión Europea y Estados Unidos, afirmando que corre el riesgo de morir como Navalny.
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