"Queridos hermanos y hermanas, ¡no perdamos la esperanza! Aunque nuestra historia parezca pesada, complicada, tal vez incluso arruinada, siempre tenemos la posibilidad de entregársela a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino.
¡Dios es
misericordia y siempre nos espera!", afirma el texto.
El Papa Francisco continúa su convalecencia en la Casa Santa
Marta, en el Vaticano, luego de haber sido dado de alta del
Policlínico Gemelli, donde pasó más de un mes hospitalizado por
una neumonía bilateral.
En su catequesis, que continúa el ciclo sobre los
"encuentros de Jesús", el Pontífice comenta el episodio
evangélico del encuentro con la samaritana, que define como uno
de "esos momentos en los que parece que Él nos estuviera
esperando allí mismo, en esa encrucijada de nuestra vida".
Francisco precisa que "para ir a Galilea desde Judea, Jesús
podría haber elegido otra ruta y no ir por Samaría.
También
habría sido más seguro, dadas las tensas relaciones entre judíos
y samaritanos".
"En cambio, acota, quiere pasar por allí y se detiene en
ese mismo pozo ¡a esa misma hora! Jesús nos espera y se
encuentra justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para
nosotros. El pozo, en el antiguo Oriente Medio, es un lugar de
encuentro, donde a veces se conciertan matrimonios, es un lugar
de compromiso. Jesús quiere ayudar a esta mujer a comprender
dónde buscar la verdadera respuesta a su deseo de ser amada".
Francisco recuerda que el tema del deseo es fundamental para
comprender el episodio. Detalla que "Jesús es el primero en
expresar su deseo: '¡Dame de beber!'".
"Para entablar un diálogo, Jesús se hace pasar por débil,
para tranquilizar al otro, para que no se asuste. La sed es a
menudo, incluso en la Biblia, la imagen del deseo. Pero aquí
Jesús tiene sed ante todo de la salvación de la mujer. "El que
pedía de beber -dice san Agustín- tenía sed de la fe de esta
mujer", destaca.
Sin embargo, y "esto a veces también nos sucede a nosotros
mientras oramos, cuando Dios toca nuestra vida con sus
problemas, a veces nos perdemos en reflexiones que nos dan la
ilusión de una oración exitosa. En realidad, hemos levantado
barreras protectoras".
En cambio, añade el Papa, "para ir a anunciar el Evangelio,
primero debemos poner el peso de nuestra historia a los pies del
Señor, entregarle el peso de nuestro pasado. Solo las personas
reconciliadas pueden llevar el Evangelio".
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