El jubileo judío, descrito en el capítulo 25 del libro Levítico del Antiguo Testamento, y también conocido como año sabático, se celebraba cada cincuenta años (es decir, después de cada siete ciclos de siete años) con una serie de prescripciones sociales.
Durante el año sabático se dejó descansar la tierra, por lo que se prohibió la siembra y la cosecha - con el objetivo práctico de fortalecer los cultivos posteriores - y todos pudieron disfrutar de los frutos espontáneos, los esclavos, las tierras y las propiedades fueron liberadas confiscadas y tomadas por una persona rica, regresaron a sus dueños originales.
El inicio del Jubileo es anunciado con una serie de ritos oficiales, entre ellos el sonido del cuerno de carnero, cuyo epónimo hebreo jobel le dio su nombre actual también en su forma cristiana. El Jubileo judío -vigente hasta el siglo I d.C. pero que permanece en formas residuales en algunas franjas ortodoxas del judaísmo contemporáneo- sirvió a una sociedad tribal para corregir desigualdades excesivamente acentuadas, de modo que no hubiera demasiados ni demasiados pobres.
Su principio inspirador era que el hombre no es dueño de los bienes y riquezas, sino solo administrador, y que debe disponer de ellos según la justicia y en favor de los más débiles.
En la Iglesia católica, el año jubilar es ante todo el año de Cristo. En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta como quien lleva a término el antiguo jubileo, habiendo venido a "predicar el año agradable del Señor" (Isaías).
El Jubileo es comúnmente llamado "Año Santo", no solo porque comienza, se desarrolla y termina con solemnes ritos sagrados, sino también porque tiene como objetivo promover la santidad de vida.
El Jubileo puede ser "ordinario", si está vinculado a plazos preestablecidos; "extraordinario", si se anuncia para algún evento en particular importancia, como el Año Santo de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco en 2015, 50 años después del final del Concilio Vaticano II.
El Año Santo, sin embargo, se convierte en el año de la solemne indulgencia plenaria concedida por el Papa, inicialmente (a partir del año 1300) cada 50 años, a partir del nacimiento de Cristo, luego (a partir de 1450) cada 25 años, a los fieles que van a Roma y realizan prácticas religiosas particulares.
Ya con la bula con la que el Papa Bonifacio VIII instituyó el primer Jubileo, emitida el 22 de febrero de 1300, se concedía indulgencia plenaria a todos aquellos que hubieran visitado treinta veces si eran romanos y quince veces si eran extranjeros, a las Basílicas de San Pedro. Pedro y San Pablo Extramuros, durante todo el año.
Una curiosidad: Dante relata en la "Divina Comedia" que la afluencia de peregrinos a Roma fue tal que se hizo necesario regular el sentido de la marcha de los peatones en el puente frente al Castillo de Sant'Angelo en direcciones alternas: "que de un lado todos tiene el frente / hacia el castillo y van hacia Santo Pietro, / desde la otra orilla van hacia la montaña", escribió.
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