"Nadie puede saber realmente quién es y qué pretende ser mañana sin alimentar el vínculo que le une a las generaciones que le han precedido. Y esto se aplica no solo a nivel de la historia del individuo, sino también a un nivel comunitario más amplio", afirma el Papa.
Francisco subraya en su carta que "estudiar y contar la historia ayuda a mantener encendida la llama de la conciencia colectiva", y así "ayudar a los sacerdotes a interpretar mejor la realidad social".
"Una correcta sensibilidad histórica ayuda a cada uno de nosotros a tener sentido de la proporción, sentido de la medida y capacidad de comprender la realidad sin abstracciones peligrosas y desencarnadas, tal como es y no como uno se la imagina o quisiera que fuera", dice el Pontífice.
"Así se puede tejer una relación con la realidad que llame a la responsabilidad ética, al compartir, a la solidaridad", subraya.
Según el Papa, "la historia de la Iglesia nos ayuda a mirar a la Iglesia real para poder amar a la que realmente existe y que ha aprendido y sigue aprendiendo de sus errores y de sus caídas".
"Esta Iglesia, que se reconoce a sí misma incluso en sus momentos más oscuros, llega a ser capaz de comprender las manchas y las heridas del mundo en el que vive, y si intenta curarlo y hacerlo crecer, lo hará del mismo modo que intenta curarse y hacerse crecer a sí misma, aunque muchas veces no lo consiga", destaca.
Para el Papa, "esto es un correctivo a ese terrible enfoque que nos hace comprender la realidad solo desde la defensa triunfalista de la función o el rol que uno ocupa".
Ese enfoque "es precisamente el que, como señalé en la encíclica Fratelli tutti, hace que el herido de la parábola del buen samaritano se perciba a sí mismo como una perturbación respecto a su propio planteamiento vital, siendo simplemente un 'fuera de lugar' y un 'sujeto sin función' Educar, además, a los candidatos al sacerdocio en una sensibilidad histórica parece una necesidad evidente".
Según Francisco, "eludir la historia aparece muy a menudo como una forma de ceguera que nos lleva a ocuparnos y gastar energías en un mundo que no existe, planteándonos falsos problemas y orientándonos hacia soluciones inadecuadas".
Algunas de estas lecturas pueden ser útiles para pequeños grupos, pero ciertamente no para la totalidad de la humanidad y de la comunidad cristiana", sostiene.
De ahí que "la necesidad de una mayor sensibilidad histórica sea más urgente en un momento en que se tiende a intentar prescindir de la memoria o a construir una adecuada a las necesidades de las ideologías dominantes".
Frente al borrado del pasado y de la historia o a los relatos históricos tendenciosos, "el trabajo de los historiadores, así como su conocimiento y amplia difusión, puede actuar como freno a las mistificaciones, a los revisionismos interesados y a ese uso público especialmente empeñado en justificar las guerras, las persecuciones, la producción, venta y consumo de armas y tantos otros males".
"Hoy tenemos una avalancha de memorias, a menudo falsas, artificiales e incluso falsas, y al mismo tiempo una ausencia de historia y de conciencia histórica en la sociedad civil y también en nuestras comunidades cristianas", advierte, "todo se agrava entonces si pensamos en historias prefabricadas cuidadosa y encubiertamente que sirven para construir memorias ad hoc, memorias identitarias y memorias excluyentes".
El papel de los historiadores y el conocimiento de sus hallazgos son hoy decisivos y pueden ser uno de los antídotos contra este régimen mortal de odio que se apoya en la ignorancia y los prejuicios, afirma.
En conclusión, dice el Papa, "recuerdo que estamos hablando de estudio, no de cháchara, de lectura superficial, de "corta y pega" de resúmenes de Internet: el estudio sirve para hacerse preguntas, para no dejarse anestesiar por la banalidad, para buscar el sentido de la vida.
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