Después de haber estado entre las grandes multitudes en Dili, Timor Oriental, hace un par de semanas, el papa Francisco se encontró con una Europa secularizada, donde los niños ya no son bautizados y donde la religión importa cada vez menos: así, expresó que "hemos pasado de un cristianismo situado en un marco social hospitalario a un cristianismo 'minoritario' o testimonial".
"Y eso requiere la valentía de una conversión eclesial", dijo el Pontífice a la comunidad católica de Bélgica reunida en la Basílica del Sagrado Corazón.
Una declaración de gran realismo en una Bruselas que no se detuvo ni un minuto para recibir la visita del Papa. como ocurre casi siempre en los viajes apostólicos.
El cartel que señalaba su presencia en Bélgica estos días se encuentra en el interior de la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, pero en ninguna parte se ven las banderas blancas y amarillas del Vaticano.
Sin embargo, hacía treinta años que ningún Papa visitaba esos lugares: el último fue Juan Pablo II, en 1995.
La Grande Place estaba llena de turistas desprevenidos y anoche incluso hubo un concierto de pop al aire libre, pero no era por el Papa, como se vio por ejemplo en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, sino para la celebración de Valonia.
La Iglesia está lejos de la sensibilidad de la gente, luego de los trascendidos de los abusos que dañaron su credibilidad, mientras las congregaciones de monjas y frailes sobreviven gracias a los numerosos inmigrantes religiosos que fueron recibidos en el país a lo largo de los años.
Pero incluso la propia comunidad católica se distanció de una Iglesia, la de Roma, la cual les parece desconectada del mundo.
En ese contexto, dentro de unos días se inaugurará, en el Vaticano, el Sínodo que, efectivamente, dejó de lado las cuestiones más esperadas, desde el matrimonio para los sacerdotes hasta el diaconado femenino.
Y abiertamente, en Bruselas, se critica al Papa por su falta de consideración hacia las mujeres y su insuficiente recepción hacia la comunidad LGBT.
Si ayer fue el rector de la Universidad Católica de Lovaina quien pidió, sin pelos en la lengua, que se considere el sacerdocio para las mujeres, hoy el Papa se encontró en sus manos con una carta, esta vez de la rama francófona universitaria, la Universidad Católica de Louvain, que habla de la emergencia climática pero también enfatiza en el hecho de que las mujeres son "invisibles en la Iglesia".
El Papa habló también del papel de la mujer en la Iglesia y subrayó, en su discurso a los estudiantes de la Universidad Católica de Lovaina, que "aquí pesan mucho la violencia y la injusticia, junto con los prejuicios ideológicos".
Pero Francisco reiteró que la Iglesia "es femenina", pero no es "una empresa multinacional" y "lo que es característico de las mujeres no está sancionado por consensos o ideologías".
Hay una "dignidad" que "es un bien inestimable" que "ninguna ley humana puede dar ni quitar".
Partiendo de esto, "la cultura cristiana elabora siempre de nuevo, en contextos diferentes, la vocación y la misión del hombre y de la mujer y su mutuo ser el uno para el otro, en comunión. No el uno contra el otro, en reivindicaciones opuestas, sino el uno para el otro".
Francisco también tocó el tema del aborto.
Hace años un profesor de la misma Universidad de Lovaina fue suspendido por sus palabras intransigentes contra la interrupción de los embarazos. Hoy, en Bruselas, el Papa rindió homenaje a la tumba del rey Balduino, quien dimitió unos días, en 1990, por no firmar la ley sobre el aborto.
El Papa elogió su valentía porque optó por "dejar su cargo de Rey para no firmar una ley asesina".
Además, el argentino Jorge Mario Bergoglio instó a los belgas a mirarlo en este momento en que "las leyes penales se abren paso", y esperó que su causa de beatificación avance.
En cuanto al tema de los abusos, se reconoce que el Papa dio un paso importante con las víctimas: tomó nota de sus peticiones y prometió investigar si había alguien que encubriera a quienes cometieron estos crímenes.
Pero esas acciones quizás sean percibidas insuficientes, porque quienes sufrieron violencia pidieron una justicia que también implique una compensación.
Por lo tanto, la Iglesia en Bélgica (y en Europa) tendrá que arremangarse y empezar de nuevo desde el Evangelio.
La visita del Papa, por otra parte, también incluyó un encuentro con un grupo de personas sin hogar, quienes esta mañana compartieron con él café y croissants.
De recuerdo, le regalaron una cerveza, como se hace entre amigos
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