El Pontífice dejó hoy el archipiélago que representa el país con más musulmanes en el mundo, donde fue recibido en forma entusiasta, con grandes honores que le reservaron las autoridades institucionales, como el presidente Joko Widodo, y las islámicas, con la "declaración conjunta" en la mezquita Istiqlal -la más grande del Sudeste Asiático- que el gran imán Nasaruddin Umar quiso firmar especialmente con él en el encuentro interreligioso de Yakarta.
Primero con las autoridades políticas y sociales, después con las confesionales, el Papa reiteró la necesidad de poner fin a la instrumentalización de la religión para alimentar conflictos y fomentar odios y divisiones, de aislar el extremismo y el fundamentalismo, e incluso de comprometerse todos y concretamente para que la fe se convierta en un verdadero instrumento para "derrotar la cultura de la violencia y la indiferencia".
Se respiraba un clima de gran alegría y participación en la misa celebrada ayer por la tarde por la comunidad católica (2,91% de la población), con 100.000 personas repartidas en dos estadios adyacentes de Yakarta.
La importancia crucial de la escala en la multiétnica Indonesia fue la de estrechar relaciones con un Islam "dialogante", que practica activamente la tolerancia y la amistad hacia otras confesiones -símbolo de ello es el "túnel de la amistad" que conecta la Mezquita con la Catedral católica-, todo ello en nombre del lema nacional "unidad en la diversidad", una de las piedras angulares también de la predicación de Bergoglio.
Hoy, tras un vuelo de poco más de seis horas, el Pontífice aterrizó en Port Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea, recibido por la tarde en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto por piquetes militares, cañonazos e himnos nacionales, en presencia del viceprimer ministro.
En el país que mira al Pacífico le espera una realidad diferente, tanto en lo social como en otros aspectos. Papúa es una nación de la Commonwealth británica, y el jefe de Estado es, por tanto, el rey Carlos de Inglaterra.
La visita de cortesía a los altos funcionarios será mañana por la mañana al Gobernador General, Bob Dadae, seguida de una reunión con las autoridades y la sociedad civil. Por la tarde, la visita a los niños asistidos por Cáritas y el encuentro con los obispos de Papúa y las Islas Salomón y el clero en el santuario dirigido por los Salesianos.
De una megalópolis de 12 millones de habitantes como Yakarta, en un país que combina el crecimiento tecnológico con grandes bolsas de pobreza y marginación, Francisco se encuentra en Papúa Nueva Guinea con una sociedad también diversa, pero donde la indigencia sigue estando muy presente y visible.
En el interior -el domingo el Papa volará a Vanimo, territorio misionero-, caracterizado por frondosas selvas ecuatoriales, aún existen fuertes componentes tribales, a menudo en sangriento conflicto entre sí, como ha ocurrido recientemente.
La selva tropical ocupa unas tres cuartas partes del territorio y constituye un enorme patrimonio. Y es concebible que, precisamente desde Papúa, Francisco lance nuevos llamamientos para la protección del planeta, para la lucha contra la crisis climática y contra la elevación de los océanos, un problema que se siente mucho aquí, en las innumerables pequeñas islas.
Precisamente la conformación del terreno ha hecho que la población se divida en un gran número de tribus, algunas de las cuales viven todavía muy aisladas del mundo exterior (se hablan unas 850 lenguas locales).
El 30% de la población practica cultos tradicionales, en su mayoría combinados con el cristianismo. El 69% restante de los habitantes afirma practicar exclusivamente la religión cristiana. El 36% de la población pertenece a la Iglesia católica, y el resto está formado por diversos grupos protestantes.
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