"Todos sabemos que desde hace tiempo la organización del Jubileo está en marcha. Pero comprendemos bien que, desde la perspectiva que aquí asumimos, no se trata en primer lugar de esto; se trata más bien del testimonio de la comunidad eclesial y civil; un testimonio que, más que en los acontecimientos, consiste en el estilo de vida, en la calidad ética y espiritual de la convivencia. Y entonces la pregunta puede formularse así: ¿estamos trabajando, cada uno en su ámbito, para que esta ciudad sea un signo de esperanza para quienes viven en ella y para quienes la visitan?", preguntó el Papa.
El Pontífice habló de la Plaza de San Pedro: "ver que, en el abrazo de la columnata, se mueven libre y serenamente personas de todas las nacionalidades, culturas y religiones, es una experiencia que infunde esperanza; pero es importante que se confirme con una buena acogida durante la visita a la Basílica, así como en los servicios de información".
A continuación, la mirada se dirige a la ciudad de Roma: "el encanto del centro histórico de Roma es perenne y universal; pero también deben disfrutarlo las personas mayores o con alguna discapacidad motriz; y a la "gran belleza" debe corresponder un decoro sencillo y una funcionalidad normal en los lugares y situaciones de la vida ordinaria y cotidiana".
"Una ciudad más habitable para sus ciudadanos es también más acogedora para todos", concluyó el Papa.
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