Los niños se preparan para la oración frente al teléfono móvil que los graba para hacer oír su voz, si la conexión a Internet lo permite, en todo el mundo.
A mitad de la señal de la cruz se oye con fuerza el ruido de las bombas.
El más joven, en
primera fila, salta y se tapa los oídos, todos lo miran y él
vuelve a persignarse. Es uno de los fragmentos, llegado junto
con un vídeo en las redes sociales, de lo que sucede a diario en
la parroquia.
Se trata de un conflicto que para ellos está cerca, justo
detrás de la puerta del recinto que fue dañado hace unos días
por un cohete que explotó a pocos pasos de distancia. En la
Franja de Gaza hay alrededor de ciento cincuenta católicos, y la
Sagrada Familia, hasta hace un mes, era sólo una de las
parroquias católicas más pequeñas del mundo. La guerra ha sido
una constante durante años, casi habían aprendido a vivir con
ella. Pero ahora es otra cosa.
También en el interior de la iglesia "existe un riesgo,
porque el barrio - explicó el patriarca de Jerusalén, el
cardenal Pierbattista Pizzaballa, hablando estos últimos días
con CEI TV - es un objetivo militar".
"Las advertencias han llegado. Nuestra comunidad, que está
informada de todo, ha decidido quedarse. Primero porque no saben
adónde ir y luego porque dicen que ningún lugar de la Franja de
Gaza es seguro. Por eso prefieren quedarse allí, orar y confiar
en Dios. Es muy hermoso ver cómo, a pesar de todo, logran
mantener una fe firme, que no ha sido sacudida ni siquiera por
estas bombas", relató.
Y es así porque en la Sagrada Familia se celebra misa dos
veces al día, se reza el rosario y también hay adoración. Para
la misa, todos los monaguillos visten vestimentas litúrgicas
limpias y ordenadas. Las homilías del vicepárroco Iusuf Asad (el
párroco Gabriel Romanelli estaba en Belén al estallar la guerra
y ya no pudo regresar a Gaza) llegan a todas partes a través de
Facebook.
"Oren por nosotros para que termine la guerra", dice el
mensaje que acompaña las transmisiones en vivo.
Y cuando el conflicto toca las paredes de la parroquia, el
vicepárroco intenta tranquilizar al mundo de Internet: "Estamos
todos en la iglesia, estamos bien".
La iglesia está en un recinto que hoy es una especie de
pueblo con más de setecientas personas, muchas de las cuales son
musulmanas. Familias que han perdido sus hogares y personas
heridas que son atendidas en la clínica. Se lava la ropa y se
comparte la comida disponible. Se deja jugar a los niños y se
conversa con los mayores. Y luego están las sesenta personas
discapacitadas, mitad niños y mitad adultos, atendidas por las
monjas de la Madre Teresa, que realmente no podían ser
transportadas a ningún otro lugar.
Sin embargo, la jornada en la parroquia de Gaza tiene un
acontecimiento cotidiano "esperado por todos: es la llamada
telefónica del Papa Francisco. Él nos tranquiliza y nos
consuela, nos dice que conoce bien nuestro sufrimiento, que reza
por nosotros. Al final de cada conversación, nos bendice a
todos. El Papa - dice a SIR sor Nabila Saleh - es el único que
escucha nuestra voz".
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