"Quizás realmente tengamos muchas ideas hermosas para reformar la Iglesia, pero recordemos: adorar a Dios y amar a nuestros hermanos con su amor, esta es la gran y perenne reforma. Siendo 'Iglesia adoradora' e 'Iglesia de servicio', que lava los pies de la humanidad herida, acompaña el camino de los frágiles, de los débiles y de los descartados, sale con ternura al encuentro de los más pobres", sostuvo el pontífice al cierre de la primera sesión de la asamblea general, en el camino que se cerrará con la segunda en octubre de 2024, en la que esbozó una vez más el identikit del nuevo modelo de Iglesia que persigue.
Y en la homilía lo dijo con palabras sencillas y claras.
"Esta es la Iglesia con la que estamos llamados a soñar: una Iglesia sierva de todos, sierva de los más pequeños. Una Iglesia que nunca exige un informe de "buena conducta", sino que acoge, sirve, ama. Una Iglesia de puertas abiertas que es 'puerto de misericordia'", afirmó.
Y en el paralelo entre "adorar" y "servir" ve también un antídoto contra lo que señala como formas de "idolatría".
"Quienes adoran a Dios rechazan los ídolos porque, mientras Dios libera, los ídolos esclavizan", advirtió.
"Hay que luchar siempre contra las idolatrías; las mundanas, que muchas veces derivan de la vanagloria personal, como el deseo de éxito, la autoafirmación a toda costa, la codicia del dinero, el diablo entra por los bolsillos, no lo olvidemos, el encanto de arribismo; pero también aquellas idolatrías disfrazadas de espiritualidad: mis ideas religiosas, mi capacidad pastoral... Estemos atentos para no terminar poniéndonos en el centro en lugar de Él".
Instando a ser servidores de los débiles y humildes, el Papa piensa también "en quienes son víctimas de las atrocidades de la guerra; en el sufrimiento de los migrantes, en el dolor oculto de quienes se encuentran solos y en condiciones de pobreza; en a los que están aplastados por el peso de la vida; a los que ya no tienen lágrimas, a los que no tienen voz".
"Y pienso en cuántas veces, detrás de hermosas palabras y promesas persuasivas, se favorecen formas de explotación o no se hace nada para impedirlas", afirmó.
"Es un pecado grave explotar a los más débiles, un pecado grave que corroe la fraternidad y devasta a la sociedad", subrayó.
En definitiva, también hizo un balance de la Asamblea sinodal - la primera en la que un gran número de laicos y mujeres también tuvieron derecho a voto - que concluyó el sábado por la tarde con la aprobación del Informe de síntesis, que ahora pasará a las Iglesias locales para obtener más contribuciones y reflexiones de cara a la sesión del próximo año. Y también en vista de cuáles serán las opciones del pontífice sobre una Iglesia menos "jerárquica" y más "sinodal", con una mayor implicación del "pueblo de Dios".
"En esta 'conversación del Espíritu' pudimos experimentar la tierna presencia del Señor y descubrir la belleza de la fraternidad", subrayó.
"Nos escuchamos unos a otros y, sobre todo, en la rica variedad de nuestras historias y de nuestras sensibilidades, escuchamos al Espíritu Santo", observó.
Francisco reconoció, por tanto, que "hoy no vemos el fruto completo de este proceso, pero con previsión podemos mirar el horizonte que se abre ante nosotros: el Señor nos guiará y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y más misionera, que Adora a Dios y sirve a las mujeres y hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar a todos la alegría consoladora del Evangelio".
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