El día en que la primera ministra Giorgia Meloni y la presidenta de la Comisión de la UE, Ursula von der Leyen, llegan a Lampedusa, tras las miles de llegadas que la isla ya no puede soportar, el Papa Francisco también toca la cuestión de los inmigrantes.
Lo hace en el Angelus, refiriéndose al viaje que realizará el viernes y el sábado a Marsella, "ciudad rica en pueblos, llamada a ser puerto de esperanza", para participar en la celebración de los Encuentros Mediterráneos, "una hermosa iniciativa - afirma - que se desarrolla en importantes ciudades del Mediterráneo, reuniendo a líderes eclesiales y civiles para promover caminos de paz, colaboración e integración en torno al 'mare nostrum', con especial atención al fenómeno migratorio".
Según el Pontífice, "representa un desafío que no es fácil, como lo demuestran también las noticias de estos días - reconoce -, pero que debemos afrontar juntos, ya que es esencial para el futuro de todos, que sólo será próspero si se construye sobre la fraternidad, poniendo en primer lugar la dignidad humana, las personas concretas, especialmente las más necesitadas".
Por ello, Francisco recuerda a todos sus responsabilidades en la emergencia actual, advirtiendo, sin embargo, que los inmigrantes no son números, sino "personas concretas", con su "dignidad". Básicamente "hermanos".
El Papa siempre ha puesto la acogida y la integración de los inmigrantes como un principio clave, pero también ha mirado las capacidades de acogida de cada Estado, elogiando lo hecho por los primeros en llegar al Mediterráneo -Italia, Grecia, Chipre, Malta- y haciendo un llamado a Europa y a los países miembros para que no los dejen solos.
En la Iglesia, sin embargo, estos días se alzan voces diferentes sobre esta cuestión. El cardenal de Marsella, Jean-Marc Aveline, que recibirá al Papa el viernes, dijo a los periodistas con vistas a la visita que "se hacen demasiados discursos ingenuos, irónicos, sobre los inmigrantes, los de la acogida para todos, sin límites; quien habla así no vive en barrios donde hay desempleo, narcomenudeo y problemas de seguridad".
Una actitud problemática, por tanto, que no está al alcance de una acogida indiscriminada que, sin embargo, también alerta contra la "actitud agresiva hacia los inmigrantes, considerados universalmente culpables de todos los problemas. Se trata de palabras instrumentales, con fines electorales, pronunciadas también en este caso por personas que no viven en esos barrios y en medio de las guerras que ellos mismos han sembrado".
Mientras tanto, sobre el tema vale la pena recordar lo que dijo anoche el cardenal de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) Matteo Zuppi, que habló en Parma al concluir el Open Festival.
Cuando se le preguntó sobre aquellos que profesan orgullosamente ser cristianos y luego muestran actitudes de cierre y miedo hacia los que son diferentes, Zuppi respondió que entre estos dos niveles "la incompatibilidad es estructural".
"Nuestro Señor nos dijo: 'Ama a tu prójimo como a ti mismo'.
Punto. No nos dijo cómo debe ser ese prójimo. Y si lo dices, traicionas el compromiso evangélico", sostuvo.
Sobre la respuesta del gobierno, Zuppi subrayó que "a veces cuestionamos los derechos, los fundamentales", "y esto siempre es peligroso para todos". Y hoy "todavía nos encontramos en una situación que hace bastante difícil objetivar el problema y encontrar mecanismos de resolución. Y objetivamente es un problema que no puede dejar de contar con una verdadera colaboración de Europa".
El tema, dijo, "se puede resolver con legalidad, con flujos regulados, garantizando una llegada digna y humana, como se puede hacer, y desarrollando aquellos mecanismos institucionales que lo permitan".
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