Aunque algunos me querían muerto. Sé que incluso ha habido reuniones entre prelados, que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se decía . Estaban preparando el cónclave.
¡Paciencia! Gracias a Dios, estoy bien…".
Era septiembre de 2021 y el Papa se reunía con sus hermanos jesuitas durante su viaje a Eslovaquia. Hablaba de los días de su internación en el Gemelli para una operación de colon.
Luego vino el problema de la rodilla, ahora esta infección respiratoria. Y si es cierto que el mundo entero está preocupado por la salud del Papa, también lo es que cada problema de salud que se presenta, normal en el fondo para cualquier hombre de 86 años, en el caso de Francisco vuelve a poner el foco en la futuro de la Iglesia.
De fondo siempre está la sombra de posibles dimisiones, y automáticamente se inicia el recuento entre progresistas y tradicionalistas de cara a un futuro cónclave.
La elección del Papa Francisco en estos 10 años han marcado profundamente el camino de la Iglesia Católica y en cierto modo parecen irreversibles.
De la transparencia de las finanzas a la lucha contra los abusos, de la atención a la periferia a la eliminación de algunos privilegios en la Curia, es difícil imaginar un paso atrás. Pero al mismo tiempo hay una parte de la jerarquía eclesiástica que está profundamente descontenta con este pontificado.
En los días de luto por la muerte de Benedicto XVI, las divisiones afloraron con toda su fuerza. Las críticas, no demasiado veladas, han venido por ejemplo del cardenal Gerhard Mueller, ex prefecto de la Doctrina de la Fe, o del secretario de Ratzinger, Monseñor Jorge Gaenswein.
Pero también hay "emboscadas" sorpresivas, como los carteles que hace apenas unos días habían empapelado las paredes en los alrededores del Vaticano para atacar a Francisco por su comprensión de la misa en latín.
Los temas que hoy dividen a tradicionalistas y progresistas son muchos: el celibato de los sacerdotes, la bendición de las parejas homosexuales, el acceso de la mujer a los ministerios sacerdotales.
Pero las diversas almas de la Iglesia muestran distancias, a veces siderales, incluso sobre los migrantes, sobre la guerra, sobre las relaciones con China. Luego en Europa está el caso de la Iglesia alemana que protesta si alguien la define como cismática, pero que cree que puede seguir su propio camino en muchas cuestiones.
Entre los nombres más destacados para el futuro de la Iglesia hoy se encuentran los de los italianos Matteo Zuppi y Pietro Parolin que, por distintas razones, garantizarían en todo caso la continuidad respecto a las elecciones de Bergoglio.
En el lado conservador, destaca en este momento el cardenal de Budapest, Peter Erdo, quien también fue presidente de los obispos europeos, cargo que le ha permitido darse a conocer y entablar relaciones. Es teólogo, canonista, habla siete idiomas.
Pero más allá de cualquier análisis, el Papa no parece dispuesto a abandonar el terreno. Es cierto que la Secretaría de Estado tiene en el cajón su carta de dimisión, en caso de imposibilidad de continuar, pero Francisco siempre ha reiterado: "nunca se me pasó por la cabeza".
En todo caso consciente, como dijo hace dos años en una entrevista a Radio Cope de España, de que "cada vez que un Papa está enfermo siempre hay un soplo o un huracán de cónclave".
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