(ANSA) - Nunca se había visto a un Papa deseando "buen almuerzo" desde la ventana del Ángelus.
Un simple saludo que, sin embargo, anunciaba una verdadera revolución en las costumbres vaticanas.
El estilo de Francisco, marcado por la sencillez y el contacto directo con la gente, es uno de los rasgos más innovadores de su pontificado.
Si poco a poco, a lo largo de las décadas, los papas se han ido despojando de las insignias y hábitos propios de la realeza, el 13 de marzo de hace 10 años el mundo conoció a un pontífice que hizo cosas nunca antes vistas.
Por ejemplo: pagar personalmente la cuenta en el hotel donde se hospedó antes de entrar al cónclave, o quedarse en Santa Marta, el hotel dentro de los muros del Vaticano, en lugar de tomar posesión de los apartamentos papales en el Palacio Apostólico.
De hecho, Jorge Bergoglio trajo a Roma el estilo y la forma de vida que tenía en Argentina, incluso después de convertirse en Arzobispo de Buenos Aires y Cardenal.
La predilección por el autobús, con el que llegó a los suburbios pobres de la capital argentina, está inmortalizada en fotografías.
Además de sus encuentros informales y las amistades que nunca rompió, incluso cuando se mudó al otro lado del océano. Y si el autobús o el metro ya no pueden ser su medio de transporte por motivos de seguridad, el Papa opta por coches populares y en los que viaja siempre en el asiento del copiloto.
Cena en Santa Marta, junto a los demás invitados, y no deja de hacer viajes sorpresa para comprar zapatos, anteojos y hasta discos de música.
Cada Papa tiene su propio estilo, pero puede ser difícil retractarse de algunas de las elecciones de Bergoglio. Por ejemplo: el uso de Castel Gandolfo. La idea de que un sucesor regrese de vacaciones a esta villa pontificia podría resultar poco práctica, ya que todas las habitaciones, incluidas las papales, están ahora abiertas para visitas.
Otra seña de identidad de Francisco son sus llamadas telefónicas, como al joven que enviudó porque su mujer murió dando a luz a mellizos, o al cura napolitano que inventó las "raves" cristianas.
Su lenguaje es sencillo y coloquial, rico en neologismos para llegar al corazón de los fieles. Como cuando invitó a los jóvenes, durante su visita a Génova, en 2017, a ser "misioneros".
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