Joseph Ratzinger, entre otras cosas, a pesar de haber abandonado el pontificado, no quiso ser llamado "obispo emérito de Roma", como aconsejaron algunos canonistas, eligiendo por decisión propia la denominación de "Papa emérito" o "Romano Pontefice emerito", manteniendo también la túnica blanca, aunque sin capa, y el título de "Su Santidad".
Sin embargo, la "convivencia" con su sucesor, el papa Francisco -a quien había prometido "obediencia" en el momento mismo de dejar el papado a finales de febrero de 2013- fue durante algunos años sin sobresaltos, en perfecta sintonía pública, absolutamente libre de injerencia en el gobierno de la Iglesia como de actos o declaraciones que de algún modo pudieran poner en duda la autoridad o decisiones del actual Pontífice.
Vivir "oculto del mundo", dedicado al estudio, la meditación y la oración, fue la intención anunciada por el Papa saliente: una línea que ha mantenido siempre, con discreción 'bávara', interrumpida solo por algunas apariciones públicas, y en 2016 desde un par de entrevistas y sobre todo de la salida del libro-testamentol, "Últimas conversaciones", una extensa entrevista con el periodista alemán Peter Seewald que ya había realizado con él "La luz del mundo".
Sin embargo, lo que constituyó un 'caso' -Ratzinger ya tenía casi 93 años- fue la publicación en enero de 2020, primero en Francia y luego en Italia, del libro con el cardenal prefecto para el clero, Robert Sarah, "Desde lo más profundo de nuestro corazón", texto en el que los dos autores proclamaban sus tesis radicalmente opuestas a cualquier innovación sobre el celibato sacerdotal.
Acababa de producirse el Sínodo sobre el Amazonas, en el que los obispos habían votado por mayoría la posibilidad de formas matrimoniales de sacerdocio, es decir, la concesión del sacerdocio a las personas casadas, precisamente para satisfacer las necesidades pastorales en la impermeable condición de esas tierras salváticas.
El Papa Jorge Bergoglio redactaba entonces la exhortación postsinodal y se esperaban sus decisiones sobre el tema, tanto que la publicación del libro a cuatro manos -Ratzinger, sin embargo, en cierto momento eliminó su firma como coautor- parecía un intento de condicionar las elecciones del Papa a cargo. Un intento que, ante los hechos, tuvo éxito, ya que en su "Querida Amazonia" el Papa Francisco optó por no abrirse a ninguna innovación sobre el celibato, refiriéndose a ulteriores elaboraciones y reflexiones.
Por su parte, el Papa Francisco ha mostrado un respeto filial por su predecesor en cada situación, mostrándole también cercanía con frecuentes llamadas o visitas.
"Es como tener un abuelo sabio en casa", dijo en varias ocasiones para reconocer el coraje y el apoyo que le brindó el poder tener cerca de él la "sabiduría" y la "experiencia", así como la inagotable cultura teológica del Papa Emérito. A quien también le reconoció su valerosa renuncia, "acto de gobierno de la Iglesia", dijo Francisco y señaló que había abierto un nuevo camino: precisamente el de los "Papas eméritos", que antes no existían, y que en cambio ahora, con la prolongación de sus vidas y con posibles decisiones similares a las de Ratzinger en momentos en que la avanzada edad y el debilitamiento de las fuerzas empujaban a los futuros Papas a salir del cargo, se convirtieron en una figura a tener en cuenta y también a ser reconocida canónicamente.
Entre otras cosas, Francisco reconoció al Papa Benedicto que fue él quien había abierto la lucha sin cuartel contra la pederastia, llevando ya adelante el caso Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo) como cardenal, contra todo y contra todos, cuando "no tenía fuerzas para imponerse".
Esta "coexistencia" de manifiesta armonía fue subrayada por repetidos encuentros: dos imágenes sobre todo, la del 23 de marzo de 2013 cuando el recién elegido Francesco fue a visitar Castel Gandolfo al Papa recientemente 'emérito', quien le confió la caja con "La investigación de Vatileaks" realizada por sus tres cardenales -Herranz, Tomko y De Giorgi- y la del 8 de diciembre de 2015, día de apertura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, cuando Francisco y Benedicto XVI cruzan juntos, uno tras otro, la Puerta Santa de San Pedro.
Sin embargo, no impidió que la presencia de los dos Papas alimentara la nostalgia de los 'ratzingerianos' adversos a las novedades y reformas del sucesor, y de los diversos 'sedevacantistas', que consideraban inválida la dimisión de Benedicto XVI por no haber sido dada libremente , así como también consideraron inválida la elección de Jorge Bergoglio por una votación anulada por la presencia de una papeleta extra.
Las declaraciones del secretario de Ratzinger y prefecto de la Casa Pontificia, monseñor. Georg Gaenswein, también provocaron debate en mayo de 2016, sobre el "ministerio (de San Pedro) ampliado con un miembro activo y otro contemplativo", que vería a Benedicto XVI "como si hubiera dado un paso al costado para dar paso a su sucesor y a una nueva etapa en la historia del Papado".
Declaraciones un tanto explosivas, que devolvieron, aunque sea brevemente, gran agitación entr elos detractores de Bergoglio. Pero fue él, interrogado al mes siguiente por los periodistas en el vuelo que lo trajo de vuelta a Roma desde Armenia, quien puso fin a la polémica.
"Escuché -dijo sobre el Papa emérito- que algunos fueron allí a quejarse porque 'este nuevo Papa... y los echó! Al mejor estilo bávaro: educado, pero los echó".
"Papa hay uno solo", añadió contundente Francisco, pero hablando de su predecesor como "ese gran hombre de oración, de valentía que es el Papa emérito -no el segundo Papa-, que es fiel a su palabra y que es un hombre de Dios. Es muy inteligente, y para mí es el abuelo sabio en casa".
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