Es una película repetida, una pesadilla que vuelve y no da respiro a los alemanes.
En Múnich, un coche atropella a una multitud en pleno centro de la ciudad durante una manifestación sindical, dejando 28 personas heridas en el suelo, dos de las cuales corren ahora peligro de muerte. Incluso un niño pequeño.
Un afgano de 24 años, solicitante de asilo y con antecedentes penales, fue detenido en el acto. Antes de actuar, había publicado un mensaje islamista en la web.
El último atentado en la República Federal ocurrió diez días antes de las elecciones, en medio de una campaña electoral centrada precisamente en la cuestión migratoria, entre prisas, escándalos, veneno y protestas. Y en una ciudad en cuarentena, para la Conferencia de Seguridad que comienza mañana con jefes de Estado y ministros llegados de todo los puntos del planeta.
Este es el segundo ataque en menos de un mes y el tercero desde diciembre. Hay quienes advierten de no acostumbrarse a este "ritual", y quienes, como el líder ultraderechista, hablan de "un patrón, siempre el mismo que se repite". El último coche que se estrelló contra la multitud fue el de un médico saudí simpatizante de la AfD (la ultraderecha germana) en el mercado navideño de Magdeburgo. El 22 de enero, en un parque bávaro, en Aschaffenburg, dos personas, entre ellas un niño de dos años, fueron asesinadas a manos de un joven afgano armado con un cuchillo de cocina.
Hoy el terror ha regresado. En el centro histórico de la capital bávara, a las 10.30 (hora local) la procesión organizada por el sindicato de los Verdes fue escoltada por un coche de policía. Pero de repente un Mini Cooper blanco se adelantó al vehículo policial, acelerando a toda velocidad y chocando de frente contra un sector de la marcha.
Pánico, gritos, decenas de heridos, un cochecito de bebé en el suelo y varios niños involucrados, según los primeros informes difundidos inmediatamente después por el alcalde. La policía respondió disparando al atacante, Fahrad N., quien luego fue detenido y trasladado al hospital.
Según el ministro del Interior, Joachim Herrmann, fue precisamente la preparación de la policía lo que evitó que la situación empeorara. Mientras tanto, fue el gobernador del estado, Marcus Soeder, quien definió el incidente como "presuntamente un atentado".
"Algo tiene que cambiar en Alemania, no podemos pasar de un ataque a otro", según el principal aliado del candidato a canciller de la CDU, Friedrich Merz. "Un ataque aterrador", lo calificó poco después el canciller Olaf Scholz, quien anunció sin reservas que "no habrá indulgencia, el responsable debe ser castigado y debe abandonar el país".
Merz también intervino: "Para nosotros, la seguridad de las personas en Alemania es lo primero. Impondremos la ley y el orden consistentemente. Todos deberían sentirse seguros en Alemania". Con una ventaja indiscutible en las encuestas desde hace semanas, el líder de la CDU ya habla como si fuera canciller, mientras Alice Wediel (AfD) tronaba: "Esto no sucederá con nosotros. Impondremos controles fronterizos inmediatamente. Expulsiones! Expulsiones! Suficiente!". El clima es incandescente.
Mientras tanto, en Munich, los heridos fueron rescatados y hospitalizados en diversas clínicas y hospitales de la capital.
El apartamento del joven afgano, que vivía en un edificio multifamiliar, fue registrado. Y resultó que el joven había llegado a Alemania en 2016, tras aterrizar en Calabria, donde fue identificado y fotografiado, declarando que tenía 15 años.
Luego, antes de cruzar la frontera, se registró su presencia en Brescia. Alemania había rechazado su solicitud de asilo, pero según el ministro del Interior bávaro, Herrmann, había obtenido del ministerio de Inmigración una suspensión de la deportación. Ya era conocido por la policía por robo y posesión de estupefacientes y, según el semanario Spiegel, publicaba mensajes supuestamente de inspiración islamista en sus redes sociales.
El shock entre los alemanes es palpable: la tragedia de hoy quizá podría haberse evitado. Y esto corre el riesgo de repercutir en las elecciones del 23 de febrero y acabar favoreciendo a la extrema derecha.
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