Por Rosanna Pugliese - El canciller alemán, Olaf Scholz, fue destituido por el Bundestag y los alemanes volverán a las urnas el próximo 23 de febrero.
Un intenso debate parlamentario, casi una búsqueda de culpables con recriminaciones cruzadas sobre la crisis económica en la que ha caído la locomotora de Europa, allanó el camino para la votación de la Cámara que puso fin al gobierno del canciller, con un claro resultado en su contra.
Sin embargo, al final todo transcurrió según los cálculos de Scholz: tras el resultado de 394 votos en contra, 116 abstenciones y 207 a favor, el canciller estrechó complacido la mano de su vice, el verde Robert Habeck, y con visible alivio se dirigió al presidente de la República, Frank-Walter Steinmeier, para solicitar la disolución de la Cámara.
El canciller deberá decidir en los próximos 21 días si se convocan elecciones dentro de los próximos dos meses, algo que se da prácticamente por hecho. "Es la sexta vez que un canciller solicita la confianza del Parlamento", comenzó Scholz en su discurso ante los parlamentarios, acompañado por su esposa Britta Ernst, tras recordar que en tres ocasiones previas Willy Brandt, Helmut Kohl y Gerhard Schröder lo hicieron para convocar elecciones anticipadas.
"Este también es mi objetivo", añadió.
Luego lanzó un ataque contra sus antiguos aliados, apartados del gobierno, tras el despido del ministro de Finanzas, Christian Lindner: "Gobernar no es un juego, y se necesita la madurez moral necesaria para hacerlo", afirmó con palabras que una vez más sonaron demasiado duras para la oposición.
Pero los rivales tampoco se mostraron indulgentes con el canciller. "Usted tuvo su oportunidad y no merece la confianza, señor Scholz", declaró Friedrich Merz, líder de la CDU, quien calificó como una "mera desfachatez" las declaraciones de intenciones de Scholz, recordándole que también formó parte de gobiernos anteriores y responsabilizándolo de la crisis que atraviesa el país.
"Usted no sabe lo que dicen de usted en Europa en su ausencia", añadió Merz, quien, según las encuestas, tiene muchas más probabilidades de convertirse en canciller (de acuerdo con el instituto Forsa, la CDU cuenta con un 31% de apoyo frente al 17% del SPD).
El enfrentamiento en el Parlamento, un anticipo de la campaña electoral de los próximos dos meses, estuvo completamente centrado en la crisis. "Una de las peores", según Merz, quien propone cambiar el rumbo insistiendo en que los alemanes trabajan demasiado poco.
Scholz, por su parte, tiene una receta diferente: reformar el freno al endeudamiento y rechazar sin ambigüedades la austeridad.
"Todos aconsejan realizar inversiones públicas. ¿Se equivocan todos? Si hay un país en el mundo que puede permitirse invertir en el futuro, ese país somos nosotros", afirmó. Subrayó también: "Los demás países del G7 tienen una deuda superior al 100% del PIB; nosotros estamos en el 60%. Este recurso debe ser utilizado, y ahora".
Sobre este punto, Christian Lindner respondió defendiendo la necesidad de que Alemania sea un modelo en la UE: "Si violamos las reglas presupuestarias, se abrirán las compuertas de la deuda en el resto de la Unión", advirtió, insistiendo en que "la estabilidad de la moneda común debe ser una prioridad en nuestra política".
Scholz también prometió un aumento adicional del salario mínimo: "Cumplí mi promesa de llevarlo a 12 euros, y lucharé por subirlo a 15". Además, reafirmó su postura sobre Ucrania: Alemania seguirá siendo el mayor apoyo en Europa, pero "mientras yo sea canciller, no se enviarán soldados alemanes", aseguró, reiterando también su oposición al envío de misiles Taurus. Esta posición es compartida incluso por partidos populistas, tanto que tres diputados de la AfD votaron para que Scholz permaneciera en el cargo.
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