Un aviso sobre la potencia militar a disposición de Vladimir Putin, mientras los combates continúan por quinto día en la provincia fronteriza rusa, con Moscú corriendo para protegerse, atacando desde el aire y desde tierra y evacuando a los civiles, hasta ahora más de 76.000 personas.
Solo después de cinco días el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, habló explícitamente por primera vez de acciones "para impulsar la guerra" hacia territorio ruso.
Mientras tanto, la frontera norte también se ve agitada por nuevas tensiones entre Kiev y Minsk: el presidente bielorruso, Aleksander Lukashenko, denunció como "una provocación" los drones ucranianos que invadieron y fueron derribados en el espacio aéreo del país. Y prometió represalias en caso de nuevas violaciones. El líder bielorruso ordenó reforzar las unidades militares en la frontera mediante el despliegue de los sistemas de misiles Polonez e Iskander.
Durante la noche, cazas y bombarderos rusos SU-34, SU-30SM y SU-35S atacaron Kursk. El ministerio de Defensa ruso dijo más tarde que había destruido un puesto de mando de las fuerzas ucranianas en una zona fronteriza de la región, utilizando un misil balístico táctico Iskander-M.
Al menos 1.100 soldados ucranianos han muerto en Kursk desde el martes, dijo el ministerio, afirmando que ha repelido eficazmente los ataques.
Los observadores continúan cuestionando los objetivos de la incursión ucraniana: para algunos analistas, la ofensiva podría estar diseñada para capturar y mantener territorios que se utilizarían como moneda de cambio para garantizar la liberación de las regiones ocupadas por Rusia.
Sin embargo, tal medida requeriría un enorme compromiso por parte de las tropas ucranianas para contrarrestar a los rusos durante el tiempo que sea necesario. Otra posibilidad es que Kiev quiera obligar a las fuerzas rusas a aliviar las posiciones de primera línea en el este y el sur de Ucrania para fortalecer sus defensas.
Mientras que una tercera hipótesis es que Ucrania quiere apoderarse de la central nuclear de Kursk para utilizarla como palanca y obligar a los rusos a retirarse de la central de Zaporiyia. Sería una tarea enorme para las tropas de Kiev, pero mientras tanto, Moscú hizoe sonar la alarma.
Nuevos avances ucranianos en Kursk constituirían una "amenaza directa" a la central nuclear, afirmó el presidente de la agencia atómica rusa Rosatom, Alexey Likhachev, en una conversación con el director de la AIEA (el ente internacional de energía atómica), el argentino Rafael Grossi, quien pocas horas antes había pedido a las partes que actuaran con moderación para evitar un accidente "que podría tener graves consecuencias radioactivas" en Rusia, Ucrania y más allá.
Mientras tanto, "para garantizar la seguridad de los ciudadanos y reprimir la amenaza de ataques", el jefe del FSB ha ordenado la implementación de un "régimen especial antiterrorista" en las regiones de Kursk, Belgorod y Bryansk, en la frontera con Ucrania.
Una medida que se traduce en amplios poderes para las fuerzas de seguridad y el ejército y fuertes restricciones para los residentes: movimientos limitados, llamadas telefónicas monitorizadas, zonas prohibidas, puestos de control, seguridad reforzada en infraestructuras clave. Un auténtico confinamiento que pone de relieve la magnitud de la crisis en el "frente norte" más amplio, en medio de temores de una escalada también con Bielorrusia.
Es que tras la supuesta invasión de los drones ucranianos, Minsk ha advertido del riesgo de una ampliación del conflicto, convocando al encargado de negocios ucraniano para presentar una enérgica protesta y amenazar con represalias en caso de nuevos incidentes.
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