El dispositivo también se llama bomba de vacío porque, como escribe Treccani, la enciclopedia italiana, "en el momento de la explosión priva de aire al entorno en el que explota".
En términos técnicos, una bomba termobárica funciona en dos fases: una carga explosiva dispersa combustible en el aire, que al contacto con el oxígeno se transforma en una nube inflamable que puede infiltrarse en edificios, túneles y ambientes no sellados.
Una segunda carga enciende la nube, generando una explosión de alta temperatura y una onda de choque sostenida, con presión y calor devastando el área dentro del alcance.
El primer uso se hizo en Estados Unidos: en los años 1960 se creó la CBU-55, una bomba de racimo, para atacar al Vietcong escondido en túneles y bosques.
En los años 90 volvió a estar de
moda, sobre todo en Irak, pero también en Afganistán, se las usó
para localizar a los seguidores de Al Qaeda de Osama bin Laden
en las cuevas durante la caza del jeque del terror.
Los soviéticos no querían quedarse atrás, de hecho también
desarrollaron el arma para otros usos, como proyectiles para
lanzacohetes antitanques y lanzagranadas.
Las bombas lanzadas desde el cielo mostraron grandes
problemas críticos en el campo, como los rusos tuvieron que
padecerlo en la guerra de Afganistán.
El viento y la morfología
de los valles afectados acabaron exponiendo a la infantería de
Moscú a los efectos de las explosiones.
También ocurrió con las primeras versiones del Odab-500,
hoy los cazas rusos lanzaron en Kursk uno de nueva generación de
500 kilogramos. Nada que ver con "el padre de todas las bombas",
el dispositivo de 7 toneladas desarrollado en 2007 que tiene un
poder explosivo similar al de un arma nuclear táctica.
En Ucrania, donde Moscú ha desplegado sistemas de cohetes
TOS-1 capaces de utilizar estos dispositivos, Kiev también ha
decidido utilizar pequeñas cargas termobáricas montadas en
drones de guerra lanzados contra las defensas rusas.
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