Viktor Orban, algunos días atrás, con el silencio de los medios locales, imprimió un cambio significativo en su política migratoria, y decidió simplificar los procedimientos de ingreso para los ciudadanos de Rusia y Bielorrusia.
La motivación principal sería la búsqueda de mano de obra para la construcción de la segunda central nuclear del país.
Pero la iniciativa no podía, sino alarmar a Bruselas: abrir las puertas a quien proviene de Moscú o Minsk, potencialmente acrecentaría el riesgo de que los países europeos se expongan al espionaje del Kremlin.
Hungría es parte del Schengen. En teoría, quien proviene de Budapest no está sujeto a los controles fronterizos en otros países del área. El riesgo de un cortocircuito está a la vuelta de la esquina y se inserta en un clima de creciente tensión entre Bruselas y Budapest, exacerbado con el comienzo de la presidencia de turno húngara.
Y no solamente eso. Según Deutsche Welle, uno de los primeros medios europeos en revelar el movimiento de Budapest, la apertura a la entrada de los rusos siguió a la controvertida misión de Orban al Kremlin a principios de julio.
Ese mismo mes, el gobierno húngaro decidió incluir en el programa de la "Carta Nacional" a ocho países, y no solo a Ucrania y Serbia. Y entre las nuevas entradas figuran Rusia y Bielorrusia.
La Tarjeta Nacional permite trabajar en Hungría, trasladar a su familia y, después de dos años, recibir un permiso de residencia permanente.
La alarma fue lanzada inicialmente por el líder del Partido Popular Europeo (PPE), Manfred Weber, que en una carta al presidente del Consejo Europeo (CE), Charles Michel, pidió poner en agenda la cuestión en la cumbre de los 27 en octubre.
La decisión del gobierno de Budapest "abre las puertas a los espías rusos y conlleva una serie de preocupaciones para la seguridad nacional", subrayó Weber.
Y la CE aseguró que se "contactará" con las autoridades húngaras para clarificar el caso. Con una base firme: las medidas deben inscribirse en las reglas de la UE y tener en cuenta, por un lado, que Moscú "representa una amenaza para la seguridad" y, por el otro, que "es necesario tutelar la seguridad del área Schengen".
La reacción de Budapest no se hizo esperar. "Como réplica a las mentiras de Manfred Weber: su acción no es otra cosa que otro ataque hipócrita a Hungría por parte de la élite liberal europea favorable a la guerra", subrayó el portavoz del gobierno, Zoltan Kovacs, definiendo como "absurdas" las preocupaciones de Bruselas. Los controles húngaros sobre migración son los más severos, es la UE que permitió el ingreso de "centenares de miles de inmigrantes clandestinos", es la tesis de Budapest.
Con todo, con las visas simplificadas a los rusos, Orban abrió un nuevo frente estival, que se agrega al choque con la UE acerca del stop al petróleo ruso que pasa por el oleoducto Druzhba decretado por Kiev y sobre el que Hungría, lamentando la inacción de la CE, amenaza con represalias.
Las relaciones entre Budapest y Bruselas están en un mínimo nivel relativas a cada dosier. Orban llegó a vetar incluso la declaración que debía ser de los 27 acerca de la necesidad de verificaciones imparciales sobre las elecciones en Venezuela. Y, al mismo tiempo, se aprestaría a volver a proponer a Ursula von der Leyen al saliente Oliver Varhelyi como comisario magiar, a sabiendas de la alta probabilidad de que el actual titular de Vecindad y Ampliación sea bochado en las audiencias de setiembre en la Eurocámara.
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