En el último fin de semana para perfeccionar el programa de gobierno, luego otra ronda de jugadas cruciales cara a cara para ganar un "bis", entre promesas y garantías, Ursula von der Leyen se acerca a la votación secreta del 18 de julio en el Parlamento Europeo ocupada, tejiendo una red que en los últimos días afectó a todas las fuerzas proeuropeas y, a veces, incluso a diputados individuales.
Su Partido Popular, los socialistas y los liberales están dispuestos a volver a confiar en ella, cinco años después de la primera vez.
También acompañados de los verdes.
Sin embargo, los detalles finales se definirán a principios de semana en los pasillos de Estrasburgo, cuando la presidenta se reúna también con la izquierda de The Left y con los conservadores de Giorgia Meloni para definir el camino político que pretende seguir.
Y, sobre la votación, ya eclipsada por el riesgo de francotiradores, hay también una incógnita jurídica: el veredicto del Tribunal de Justicia de la UE -que llega en vísperas del recuento- sobre los recursos contra la alemana y su ejecutivo por la falta de transparencia en los contratos sobre vacunas anti-Covid.
Un fallo que podría ayudar a desplazar el ábaco en una dirección u otra.
El objetivo de Von der Leyen sigue siendo conseguir el apoyo de unos 400 diputados del PPE, S&D y Renovar Europa (Renew), el cual sería suficiente para superar los 361, la mayoría necesaria.
Sin embargo, en sus filas no faltan los problemas: los populares franceses y eslovenos (11 en total) ya anunciaron su descontento hacia la líder alemana.
Y, de la misma manera, los liberales irlandeses (cuatro del Fianna Faíl y dos independientes) se orientan hacia el rechazo impulsado por la oposición a su posición sobre Medio Oriente, a pesar del último intento del premier Simon Harris -de una familia popular que gobierna con ellos a Dublín-, para convencerlos de que lo piensen mejor.
Oficialmente, solo un socialista anunció que, por las mismas razones, votará no: el esloveno Matjaz Nemec.
Pero el descontento es generalizado y para Ursula será importante el sí unánime de los 21 eurodiputados del PD, que piden "mayor claridad en algunas cuestiones" -desde la agenda social hasta el Estado de derecho-, aunque dejaron trascender que "las condiciones son buenas".
Con toda probabilidad, los 53 eurodiputados de Los Verdes también acudirán en ayuda del presidente saliente, con el objetivo de expresar un voto "grupal" y "coherente" siempre que obtengan un documento escrito que certifique su entrada en la órbita de la mayoría.
Y que no existe la temida "cooperación estructural" con los conservadores de Giorgia Meloni.
Hasta ahora, ninguno de ellos, con la excepción del primer ministro checo, Petr Fiala, que puede llevar a tres eurodiputados de su ODS, le aseguró el sí.
Y es con ellos con quienes Von der Leyen hablará el martes en una conversación decisiva, sobre todo, para la orientación de Fratelli d'Italia (FDI).
Después de la reunión, "ya veremos", reiteró Nicola Procaccini, haciéndose eco de la premier italiana, comprometida a llevar adelante la batalla de una Comisión Europea que, sea cual sea el resultado del voto sobre Úrsula, es de "centroderecha" en los próximos cinco años, porque "los comisarios son representantes de los Gobiernos y la mayoría" de los 27 "son de centroderecha".
El pleno se abrirá el martes con la reconfirmación casi evidente de Roberta Metsola como presidenta de la Cámara Europea por otros dos años y medio.
Para ella también contará con el apoyo de todas las delegaciones italianas en su conjunto, desde la Liga hasta los Hermanos de Italia, desde el Partido Demócrata hasta el Movimiento 5 Estrellas.
Mientras que la elección -también por votación secreta- de sus 14 diputados supondrá una primera prueba para la estabilidad del "cordón sanitario" que el arco proeuropeo pretende estrechar en torno a la extrema derecha de los Patriotas del premier húngaro Viktor Orban, y de la recién formada Europa de naciones soberanas, liderada por el AfD, para excluirlas de todos los roles institucionales.
Luego, el jueves, a las 13, será el recuento de Ursula. Un posible rechazo sería una primicia histórica. Y, según los Tratados, requeriría que los líderes de la UE propusieran un nuevo nombre dentro de un mes, a mediados del verano.
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