El ministro europeo de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, se inclina hacia una misión naval contra los traficantes. Y el canciller alemán, Olaf Scholz, hace saber que era el Bundestag, el parlamento alemán, y no él, quien quería financiación pública para las ONG.
A las pocas horas, desde la cumbre informal de Granada, surgieron señales de un cambio de ritmo, o en todo caso de un punto de inflexión en la forma en que los socialistas europeos pretenden abordar el expediente de los inmigrantes. Un endurecimiento de la línea a seguir, tanto en Europa como en los propios países, de la que se desprende la voluntad de jugar hasta el final con la derecha para dar respuestas creíbles al aumento de los desembarques.
Estados Unidos está lejos, pero la decisión de Joe Biden de reanudar las obras del muro en la frontera con México también adquiere un fuerte valor simbólico al otro lado del océano.
Además, emerge el "híper-activismo" de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, capaz de inaugurar un nuevo formato a seis bandas (con los respaldos de seis: Italia, Gran Bretaña, Francia, Albania, Holanda y la Comisión Europea) , lo que fue interpretado en la sectores socialista como una clara postura frente a la gestión del semestre español en la presidencia UE.
Así, el tridente formado por Josep Borrell, Olaf Scholz e incluso el español Pedro Sánchez, aunque con matices diferentes, parece haber salido al contraataque, ofreciendo recetas concretas para luchar contra los contrabandistas y defender las fronteras exteriores.
Según muchos, es necesario un giro de fuerza, dado que la cuestión de los inmigrantes es muy sensible desde el punto de vista electoral. Y que seguramente estará en el centro del choque político de cara a las elecciones para el parlamento europeo de la próxima primavera. Pero que, en el caso alemán, corre el riesgo de desempeñar un papel decisivo en las encuestas incluso antes, ya en las próximas elecciones regionales en Baviera y Hesse.
No es casualidad que en esta fase incluso la presidenta de la Comisión Europea, la popular Ursula von der Leyen, esté jugando en múltiples mesas, impulsando iniciativas unitarias en Bruselas (como el acuerdo firmado hace unos días) y al mismo tiempo apoyando a los italianos para una acción más radical para defender las fronteras. Incluso sobre las relaciones que deben mantener con los países de salida, en particular con Túnez, el duelo vivido en Bruselas se repite en Granada.
Si Meloni reitera que hay que implementar el polémico acuerdo alcanzado con Saied, Josep Borrell insiste en que el camino es otro: "Hay dos maneras de trabajar con Túnez. Una es el Memorándum y la otra es el Consejo de Asociación UE-Túnez.
Creo que a finales de año convocaré una reunión del Consejo, este es el lugar donde discutiremos con Túnez cómo cooperar en todo, incluida la migración", adelanta el jefe de la diplomacia europea. Independientemente de los instrumentos, parece que ambos bloques políticos compiten en el mismo terreno. Dicho esto, persisten algunas distinciones: la Presidencia española no aceptó ya la decisión de Meloni de convocar, junto con el Primer Ministro británico Sunak, una nueva cumbre de seis miembros sobre inmigrantes en el marco de una reunión de la Comunidad Política Europea, que no cuenta con este tema en la agenda.
Debido a los vetos de Polonia y Hungría, la declaración final no incluye la cuestión migratoria. Un defecto de los anfitriones, minimizado por el presidente del Gobierno español: "El acuerdo importante sobre los inmigrantes es el que alcanzamos en Bruselas".
Luego Sánchez menciona con un dejo de fastidio la conducta italiana: "la jefa de Gobierno italiano nos pidió hablar de inmigrantes pero habían convocado a Granada para abordar la agenda estratégica y la ampliación".
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