Algunos de estos menores no salen desde hace 45 días.
Así es la vida de 18 menores inmigrantes solo en Italia, de entre 15 y 16 años, procedentes de Gambia, Mali, Costa de Marfil, Túnez, Guinea y Burkina Faso, sin documentos y que se encuentran en el primer centro de acogida para menores de Brindisi.
Durante casi tres horas conversaron con la Autoridad Garante de la Niñez, Carla Garlatti.
"Fue una experiencia muy conmovedora porque era la primera vez que iba a este tipo de centros y el impacto fue bastante fuerte - afirmó la Garante-. De hecho, los 18 chicos ya procedían de otros centros de primera acogida, en particular de Lampedusa, Taranto, Calabria y sólo unos pocos aterrizaron en Brindisi.
"Una pareja tenía el aspecto de niños de unos 14 años. El impacto fue muy fuerte porque este centro está en la misma zona de un Centro Permanente para la Repatriación (CPR), que está ubicado en un edificio separado, pero dentro del mismo recinto amurallado. Están separados, no hay contaminación entre los del CPR y estos menores. Pero hay un muro muy alto, una puerta de hierro alta, una caseta de vigilancia de cristal con soldados con porras. El impacto ciertamente no es el de un centro para menores".
Lo que más llama la atención al hablar con ellos, explicó Garlatti, es que "sufren mucho por no poder salir. Al principio tenían mucho miedo porque pensaban que habían ido a prisión.
Luego comprendieron que los militares están ahí para las CPR y no para ellos, pero nunca salen del centro porque no hay personal que les acompañe a salir, ese hecho de no salir, de estar vacíos, de no tener nada que hacer, les estresa mucho".
"'No sabemos nada sobre cuánto tiempo estaremos aquí y qué pasará después, tenemos que salir, ver gente', me dijeron. De hecho, estos muchachos han estado ahí, algunos durante 45 días, sin hacer nada y escuchándome decir: '¿Pero qué puedes hacer por mí?' No lo esconderé, se me hizo un nudo en la garganta." Desde hace aproximadamente una semana, el centro -explicó el Garante- tiene instalada una red wi-fi y "es una gran esperanza para ellos también pueden conectarse en casa, aunque la mayoría no tiene teléfono".
Pero en el centro se están equipando para darles tabletas.
Una vez a la semana reciben cursos de italiano, muy básico.
A menudo juegan al fútbol, no en el campo, sino en el asfalto, delante de sus viviendas prefabricadas.
"Hablé largo y tendido con la prefecta de Brindisi, Michela La Iacona, que tiene muy en cuenta su situación", contó Garlatti.
Para facilitar la reunión con la Garante, los representantes de Unicef y ACNUR pidieron a los niños que hicieran dibujos. "Dibujaron un campo de fútbol y la mayoría una casa. Les pregunté ¿dónde? Y respondieron que en Italia.
"Quieren quedarse aquí, aunque no tengan familiares en nuestro país, quieren aprender un oficio y trabajar. Uno me explicó que quiere estudiar informática. A pesar de las dificultades lingUísticas, había un mediador cultural y tenían muchas ganas de hablar. Esta visita me hizo comprobar de primera mano que viven en lugares que no son adecuados para ellos, o mejor dicho serían adecuados para una estancia de 3/4 días, una semana podría estar bien, pero no un mes y medio, que se convierten en dos meses y medio dado que proceden de otros centros de acogida. Y vivir durante meses en estas condiciones, con días vacíos para algunos niños -como me confesaron- les da muchos malos pensamientos", concluyó.
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