"Hay batallas duras", afirmó el portavoz del grupo, Ilya Yevlash, quien afirmó que el ataque a Bajmut sería un precio muy alto a pagar y que Ucrania no puede permitirse el lujo de perder a tanta gente.
Por lo tanto, hasta que la operación esté perfectamente planificada y todos los campos minados estén limpios, no se enviarán soldados ucranianos.
Kiev prefiere avanzar hacia el sur en la contraofensiva mientras intenta conservar el flanco oriental, mientras la guerra se acerca rápidamente al sombrío hito de 600 días de hostilidad. Y que Rusia está dispuesta a luchar durante años, según análisis de la inteligencia británica.
Las conclusiones de los 007 de Londres vienen sugeridas por la decisión de Moscú de aumentar el presupuesto de defensa para 2024 en un 70%, llevándolo a alrededor del 6% del PIB, incluso a expensas de otros sectores. Una decisión preocupante para el Gobierno ucraniano de Volodymyr Zelensky, más aún porque entre los aliados occidentales parece que el viento está cambiando y que las certezas sobre el apoyo militar occidental a Kiev ya no son tan sólidas como hace un año.
Las buenas noticias para Kiev parecieron venir más bien del Reino Unido, con el ministro de Defensa, Grant Shapps, abierto a la posibilidad de desplegar adiestradores británicos en Ucrania.
En una entrevista con Telegraph, el funcionario dijo que ya había hablado de ello con el jefe de gabinete, Patrick Sanders.
Pero Rishi Sunak lo frenó inmediatamente: "Creo que ha habido informes incorrectos sobre este asunto", precisó el primer ministro británico, subrayando que lo que dijo Shapps se refiere "al largo plazo, no al presente".
De hecho, hasta ahora ninguno de los países de la OTAN implementó tales medidas, prefiriendo entrenar al ejército de Kiev fuera de Ucrania para minimizar los riesgos para los soldados occidentales, cuya posible muerte podría convertirse en motivo de escalada.
Mientras tanto, desde Moscú llegó el agudo comentario de Dmitry Medvedev: si van a Ucrania, los británicos "serán destruidos sin piedad", fueron las palabras del superhalcón del presidente ruso, Vladimir Putin. Entre las incógnitas y dudas sobre el futuro de la guerra, la única certeza es que millones de ucranianos se preparan para afrontar otro duro invierno de ataques a infraestructuras críticas, que traerá apagones y frío en todo el país.
Durante el último día continuaron los ataques rusos contra Jersón, Járkov, Zaporiyia y otras regiones del país.
Las autoridades ucranianas informaron que durante la noche se lanzó un ataque masivo con aviones no tripulados en la región de Cherkasy, en el centro de Ucrania, y se alcanzaron estructuras donde se almacena grano: las explosiones provocaron grandes incendios.
Al otro lado de la frontera, el medio independiente bielorruso Netxa informó en cambio que un dron había impactado en una fábrica de aviones en la región rusa de Smolensk, sin encontrar confirmación por parte de las autoridades rusas o ucranianas.
Según una fuente de inteligencia de Kiev citada por Ukrainska Pravda, un dron ucraniano también atacó una base de helicópteros en Sochi.
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