Desde el verano pasado, la UE ha lanzado una estrategia multivectorial para intentar resolver el problema de la migración, con un enfoque más marcado en la dimensión exterior. O reducir las llegadas.
Por eso, la Comisión ha presentado "planes de acción" específicos para cada ruta migratoria, con la intención de utilizar todas las herramientas ya disponibles -sin esperar a la implementación de las reformas- con un enfoque de 360 ;;grados.
Ya sea que se hable de acuerdos de repatriación, de la alineación de la política de visados ;;en los países socios con la Unión, como los Balcanes, por ejemplo, o de medidas operativas contra los traficantes de personas, la lógica es siempre la misma: prevenir en lugar de curar.
El cambio de ritmo trajo resultados. Según el último boletín de Frontex, durante 2023, según los datos recogidos hasta julio, las llegadas cayeron en todas las rutas. Todos menos uno: el Mediterráneo central, donde en cambio explotaron.
Hay un -2% en el Mediterráneo occidental, un -19% hacia las Islas Canarias, un -29% en el Mediterráneo oriental, un -26% en los Balcanes, pero la carretera que conduce a Italia y Malta registró un +115% y representa la mitad de las entradas ilegales a la UE.
La cooperación con Túnez -que sigue al acuerdo firmado entonces con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y que costó a la UE unos buenos 6.000 millones de euros, aunque ahora el énfasis está más marcado en el capítulo de desarrollo- va, por tanto, precisamente en la dirección de frenar los flujos, mientras se lucha contra las organizaciones criminales que dirigen el negocio de la esperanza.
Sin embargo, el punto delicado sigue siendo siempre el de los derechos humanos.
En otras palabras, la UE está haciendo todo lo posible para cuadrar el círculo: menos aterrizajes pero protección para los más necesitados. En la práctica, a veces es un equilibrio imposible, con los comerciantes humanos que, por ejemplo, no tienen reparos en abandonar a sus "clientes" en la nada.
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