"Putin logró hacer sexy a la OTAN", dice una fuente
diplomática aliada de alto rango durante la extensa fila en el
buffet, que lo pone de buen humor para confiar.
Tiene razón: el 24 de febrero de 2022 lo camió todo.
La nueva realidad de seguridad, dijo el funcionario, llama a
los 27 países miembros de la UE (incluidos los neutrales) a
revisar las estrategias militares, los planes de gasto, las
capacidades efectivas de las fuerzas armadas. Y, sobre todo, les
obligará a colaborar entre sí acelerando el proceso de creación
de la inacabada "defensa europea".
Pero partamos de la OTAN. El presidente ruso, Vladimir
Putin, veía con desagrado el eventual ingreso de Ucrania, tal y
como prometió en la cumbre de Bucarest en 2008, tanto que pidió
expresamente a Bruselas y Washington "garantías" sobre la no
adhesión de Kiev.
Al lanzar la invasión, logró un cambio sísmico en la opinión
pública de Finlandia y Suecia, tradicionalmente países no
alineados, lo que allanó el camino para que Helsinki y Estocolmo
se unieran a la Alianza, llevándola a 32 miembros.
No es exactamente una victoria para Moscú. Además, Ucrania
está siguiendo un curso acelerado -a un costo dramático en
términos de vidas humanas y la integridad de la infraestructura
civil- en el arte de la guerra, según la doctrina de la OTAN,
con el resultado de que Kiev, sea miembro o no, saldrá del
conflicto con fuerzas armadas efectivamente alineadas (y
equipadas) con los estándares occidentales.
La Alianza, revitalizada en sus resoluciones y presupuestos,
se ha fijado nuevos objetivos. Los miembros del flanco oriental,
aterrorizados ante la perspectiva de encontrar divisiones rusas
a sus puertas, solicitaron y recibieron una mayor presencia en
sus territorios.
Así, los cuatro batallones multinacionales desplegados en
2017 en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia se convirtieron en
ocho, con la incorporación de nuevas tropas en Bulgaria,
Hungría, Rumanía y Eslovaquia (los efectivos se elevaron a nivel
de brigada y en toda la OTAN se movilizaron 40.000 hombres al
este).
Pero eso no es suficiente. El Concepto Estratégico
respaldado por los líderes en la cumbre de Madrid de 2022 cobró
mayor impulso con el "nuevo modelo de fuerza": una combinación
de activos posicionados previamente desde el Báltico hasta el
Mar Negro combinados con tropas pre-alerta y capacitadas en
listas capaces de movilizar hasta 300 mil soldados en 15 días. Y
ahora las capitales trabajan para hacer realidad los anuncios.
¿Y la Unión Europea? Algo se mueve. La autonomía estratégica
-muy querida por los franceses, que querrían un viejo mundo más
independiente del nuevo- parece tener piernas cortas de momento,
dado que la guerra de Putin reunió más que nunca el campo
transatlántico, con los "porristas" de Washington de Europa del
Este, más que nunca.
La Brújula Estratégica, aprobada en marzo pasado, prevé en
todo caso el nacimiento de la primera legión europea (5 mil
hombres) con ejercicios conjuntos para 2023.
La división de tareas parece clara: defensa colectiva para
la OTAN, gestión de crisis y defensa de intereses para la UE
(poco a poco) (misiones en Africa, por ejemplo).
El tema más apremiante en este momento es la carrera
armamentista. No solo se debe gastar más, sino gastar mejor y
juntos, favoreciendo la adquisición conjunta, así como un
complejo militar-industrial más integrado, libre de celos
nacionales, porque la necesidad de llenar los almacenes vaciados
por las donaciones en Kiev pondrá a prueba a las capitales. El
futuro se ve sombrío.
"El modelo europeo se basó en energía rusa barata, mano de
obra china y defensa pagada por Estados Unidos", resumió el Alto
Representante para la Política Exterior europea, Josep Borrell.
En resumen, todo por rehacer.
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