NUEVA YORK, 29 DIC - Por Alessandra Baldini - El expresidente estadounidense Jimmy Carter (1977-1981) murió hoy a la edad de 100 años.
Así lo informó el diario Washington Post.
Carter ganó el premio Nobel de la Paz en 2002.
El exmandatario demócrata, quien celebró su centenario el 1ro de octubre pasado, estuvo luchando contra un cáncer durante casi una década y, desde febrero de 2023, se encontraba en cuidados paliativos.
Según los Institutos Nacionales de Salud, el tiempo promedio que los pacientes pasan en cuidados paliativos es de 63 días, pero Carter estuvo en esta situación por más de 19 meses.
Murió respetando los valores en los que creció entre los campos de cacahuetes (maníes) de Georgia: trabajo duro, sentido del deber, fe en Dios, dignidad, igualdad.
Jimmy Carter, el 39 presidente estadounidense que logró en 1978 la misión imposible de un acuerdo entre Egipto e Israel y fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2002, falleció en su casa de Georgia.
En la Casa Blanca por un solo mandato, entre los republicanos Gerald Ford y Ronald Reagan, el demócrata Carter pasó los últimos dos años de su larga vida en la residencia de Plains, protegido por cuidados paliativos, después de renunciar a intervenciones médicas más agresivas.
Un largo adiós turbado por la muerte de su compañera de 77 años, la esposa Rosalynn a quien el pasado noviembre había dado el último saludo en la iglesia bautista, donde durante años la ex primera pareja había saludado a fieles e invitados muy famosos.
Tras llegar a la Casa Blanca en 1977 como gobernador de Georgia, Carter no lo había tenido fácil una vez elegido presidente.
Había gobernado Estados Unidos en un momento de graves emergencias en el país y en todo el mundo, incluida la crisis de los rehenes de Irán: la percepción de que había sido incapaz de gestionarlas le llevó a la derrota electoral en 1980.
Como George H.W. Bush, que él mismo había echado del puesto de director de la CIA y luego se tomó la revancha como adjunto en la candidatura con Reagan, Carter también dejó el mundo con un juicio más benévolo de la historia que cuando había abandonado la Casa Blanca: habiendo vuelto a la filantropía y a la política exterior, el presidente de los acuerdos de Camp David en 2002 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
James Earl Carter Jr. nació en 1924 en Little Plains: su padre era propietario de un campo de cacahuetes, su madre una enfermera que había desafiado la segregación racial para ayudar a las mujeres negras. En 1941, Jimmy fue el primero de su familia paterna en terminar el bachillerato: iba a un colegio exclusivamente de blancos, pero sus dos mejores amigos eran afroestadounidenses.
En 1977 había recogido de Ford al testigo de la Presidencia. Fueron años difíciles para Estados Unidos, en medio de una crisis energética y una recesión.
El 4 de julio de 1979, entre colas interminables en las gasolineras, el presidente, que debía hablar a la nación, canceló in extremis para reaparecer diez días después con el "discurso del malestar": una especie de sermón en el que advirtió de "una crisis de confianza que golpea al corazón la voluntad nacional" y que para él fue un boomerang
Contrarrestado el balance de la política exterior: después de los éxitos del acuerdo Salt II con la URSS y el apretón de manos de Camp David, la invasión de la URSS en Afganistán provocó un retorno al clima de la guerra fría.
La toma de los 52 rehenes en Irán el 4 de noviembre de 1979 fue el clavo en el ataúd. Los americanos fueron liberados solo el 21 de enero de 1981, al día siguiente de la toma de posesión de Reagan y después del trágico fracaso, en abril de 1980, de una misión de rescate (la operación Eagle Claw, una de las primeras de la Fuerza Delta): un avión de carga fue destruido y ocho militares resultaron muertos.
La última cruzada, como líder del Carter Center, fue una llamada a la paz: un llamamiento a Barack Obama para el reconocimiento de Palestina. Curado con inmunoterapia tras el diagnóstico de un tumor cerebral, Jimmy Carter terminó su vida dedicándose a hacer el bien: construyendo casas para los pobres y enseñando religión.
Una mezcla de reflexiones sobre el Evangelio y recuerdos de la antigua diplomacia, las clases en la pequeña iglesia bautista de Plains habían atraído domingo tras domingo a cientos de peregrinos para quienes el mensaje del anciano predicador había representado el antídoto contra los venenos de la política que se veían diariamente en la televisión.
(ANSA)
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