Herrera, obispo de la diócesis de Jinotega, es el tercer obispo expulsado después de Rolando Álvarez, de Matagalpa, e Isidoro Moro, de Siuna, que fueron acogidos en Roma.
Herrera, de 75 años, fue recibido en la Casa Provincial de Frailes Franciscanos, orden a la que pertenece el clérigo, según la prensa local.
Herrera sufrió "persecución por parte de la dictadura, a través del comisionado de policía Horacio Rocha", afirmó la abogada y defensora de derechos humanos Martha Molina.
"La expulsión del obispo Herrera ocurrió días después que este calificara como sacrílego que la dictadura, a través del alcalde Leónidas Centeno, colocara parlantes con música a alto volumen frente a la catedral San Juan Bautista durante la eucaristía del 10 de noviembre", señaló el Colectivo de Derechos Nicaragua Nunca Más.
La expulsión de Herrera es "un acto de represión que no solo afecta a un líder religioso, sino que simboliza la creciente e imparable persecución y represión que enfrenta la Iglesia católica en nuestro país", según el Colectivo.
Más de 50 religiosos fueron desterrados por el gobierno desde 2018.
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