Por Silvia Gasparetto - Las relaciones entre Italia y Estados Unidos son "excelentes" y "muy sólidas", y el Gobierno de la premier, Giorgia Meloni, seguirá colaborando con la administración estadounidense "independientemente" de quién sea el nuevo presidente.
Pero detrás de las declaraciones de equidistancia repetidas en los últimos meses no solo hay "táctica", sino también un hilo de "preocupación", en las altas esferas del Ejecutivo, por el resultado de la votación del próximo 5 de noviembre.
"La situación es compleja, estamos parados en la ventana", es el razonamiento en el partido de Meloni. Porque si es "obvio" que con los conservadores hay una mayor afinidad, son aliados naturales, la premier es igualmente consciente de que el equilibrio geopolítico, ya sea que venza Kamala Harris o que Donald Trump gane el regreso a la Casa Blanca, puede sufrir un sacudón. No necesariamente favorable a Italia y Europa.
Al contrario. No preocupan tanto las posibles repercusiones internas.
Por supuesto, Matteo Salvini no ocultó su apoyo a Trump, e incluso regresó dos días antes de las elecciones estadounidenses para centrarse en una victoria del magnate que traería "la paz tanto en Ucrania como en Medio Oriente". Pero más que el riesgo de desacuerdos y burlas en casa, el temor a una "desconexión" general de Washington en la escena internacional, que podría encontrar a Europa "no preparada", se refleja entre los melonianos, convencidos también por eso de que la partida de la nueva Comisión Europea terminará "positivamente".
Con una victoria de Trump, como efectivamente confirmó el candidato republicano con esa "Europa ladrona", las relaciones entre Estados Unidos y el Viejo Continente se complicarían.
Pero la premier italiana, según su entorno, podría aspirar a convertirse en su interlocutor "privilegiado": Meloni, según el razonamiento, es jefa de un gobierno "fuerte" con una mayoría "estable" y "otros tres años" por delante. Un gobierno conservador de centroderecha, mientras Alemania y Francia tienen líderes que salieron "empañados" por las últimas elecciones y Gran Bretaña tiene un líder socialista.
Además, la primera ministra mantiene buenas relaciones con Ursula von der Leyen, a pesar de no haber votado a favor de su "bis" (reelección) en la Comisión. Por tanto, podría actuar como "puente", afirman sus allegados, entre la UE y la nueva administración estadounidense, en la línea del papel que la primera ministra se ha labrado en Bruselas en las mediaciones con Victor Orban.
Paradójicamente, sin embargo, un triunfo de Trump -con quien Meloni mantiene relaciones de vieja data que evitó cuidadosamente hacer alarde en estos dos años de gobierno y de conversaciones con el demócrata Joe Biden- podría resultar "complicada" para Roma.
En primer lugar, por la diferente postura sobre el expediente de Ucrania, que Trump podría "congelar". Pero también por el riesgo de que se impongan nuevos derechos a los productos europeos que podrían debilitar una economía que ya atraviesa algunas dificultades.
La otra cuestión es la de la OTAN. El hecho de que Estados Unidos, sea quien sea el nuevo presidente, pueda solicitar una mayor participación, principalmente económica, de los países europeos en su defensa no sería una novedad.
Otra sería una salida de la Alianza Atlántica, muchas veces planteada esa hipótesis por Trump en el pasado. Además, a pesar de haber aumentado el gasto, Italia se mantiene por detrás del objetivo del 2% del PIB que podría ser el tema de la conversación que Meloni mantendrá el martes con el nuevo secretario de la OTAN, Mark Rutte.
La primera ministra recibirá en el Palacio Chigi al ex primer ministro de los Países Bajos con el que había "consolidado una relación importante", recuerdan sus colaboradores. Y podría volver a poner sobre la mesa la cuestión del representante especial para los países del flanco sur: todavía quema el nombramiento hecho por Jens Stoltenberg a su salida del cargo del español Javier Colomina.
Rutte ahora tendría la oportunidad de concertar una nueva nominación. Que Roma volverá a reclamar.
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