(TRIESTE) ANSA - El presidente italiano, Sergio Mattarella, pidió hoy no convertir el derecho de la mayoría a gobernar en un absolutismo de la mayoría; hay que permanecer conscientes de los propios límites en el ejercicio del poder: el "deber de gobernar" no puede significar nunca una restricción de derechos por parte de la mayoría contra la minoría.
El jefe de Estado ofreció hoy exhaustivamente su visión republicana a su mundo de origen, aquel católico, reunido en Trieste para la habitual semana social de los Católicos en Italia, prevista del 3 al 7 de julio sobre el tema "En el corazón de la democracia".
Fue un prólogo largo y cuidado, lleno de citas, captado a medida que se desarrollaba, que permitió a Mattarella reintroducir conceptos y puntos que parecen dirigidos a la mayoría, aunque surjan de preocupaciones globales.
Pero cómo no pensar en la actual fase política de Italia, cuando el jefe del Estado habla de la Constitución, de "ese soplo de libertad" que se respiró en los primeros años de la posguerra y que fue el motor de una Carta "que enmarca y garantiza los derechos de los ciudadanos".
Cómo no pensar en Italia cuando el presidente expresa toda su preocupación por la resistencia de la democracia cuando existe una "desafección" tan grave al voto?.
Reflexiones que van desde el "politólogo" ante-literario Alexis de Tocqueville hasta el filósofo de la duda y el diálogo, Norberto Bobbio, y que enmarcan el corazón del mensaje presidencial: "el ejercicio de la democracia no se reduce a un simple aspecto procedimental y ni siquiera se consuma solo con la irrenunciable expresión del propio sufragio en las urnas en las ocasiones electorales.
Presupone el esfuerzo de desarrollar una visión del bien común en la que las libertades individuales y las aperturas sociales, el bien de la libertad y el bien de la humanidad compartida, estén sabiamente entrelazados, porque son inseparables uno del otro. Por eso siempre debemos luchar, y quizás hoy aún más, contra "el analfabetismo de la democracia", porque "la democracia es un ejercicio desde abajo, porque la democracia es caminar juntos".
Las preocupaciones del presidente sobre un viento de involución que sopla a lo largo de Europa y del otro lado del Atlántico son muchas y evidentes.
Las "democracias debilitadas y debilitadas por rasgos liberales" se multiplican en el planeta, donde las mayorías se sienten liberadas de obligaciones y pactos sagrados: la Constitución - señaló Mattarella a un público atento- recuerda que el bien común no es el bien público de interés de la mayoría, "sino el bien de todos y cada uno al mismo tiempo". Y aún más claramente, esta vez utiliza a Rousseau para criticarlo y todos piensan en lo que está pasando en Italia con las reformas:
"Tosato cuestionó el supuesto de Rousseau, según el cual la voluntad general no podía encontrar límites de ningún tipo en las leyes, porque la voluntad popular podía cambiar cualquier norma o regla.
Lo hizo con palabras muy claras: "Todos sabemos ahora que la presunta voluntad general no es en realidad otra cosa que la voluntad de una mayoría y que la voluntad de una mayoría, que se considera que representa la voluntad de todo el pueblo, puede ser, como se ha demostrado a menudo, más injusta y más opresiva que la voluntad de un príncipe".
Un no firme, por tanto, al absolutismo de Estado, a una autoridad sin límites, potencialmente prevaricadora. La conciencia de los límites, empezando por la presidencia de la República -subrayó para ser aún más eficaz- es un factor ineludible de vitalidad democrática leal e irrenunciable".
Una lección de democracia, pues. En la difícil relación entre la libertad del individuo y el bien común. Un tormento bien conocido por el mundo al que se dirigió hoy, los católicos a los que reconoció haber superado el dilema con generosidad: 'Para los católicos la adhesión a la Constitución ha coincidido con el compromiso de reforzar, y nunca debilitar, la unidad y la cohesión de los italianos".
Poco antes, Don Matteo Zuppi había encantado al presidente con estas palabras: 'La participación, corazón de nuestra Constitución, permite y exige el florecimiento humano de los individuos y de la sociedad, aumenta el sentido de pertenencia, educa a tener un corazón que late con los demás, incluso entre las diferencias'
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