Sin embargo, rechaza la etiqueta Unión de Extrema Derecha (UXD) otorgada por el Ministerio del Interior a su coalición con Le Pen.
El Frente Popular de izquierda, "con la Francia Insumisa, los comunistas y el Partido anticapitalista, se llama Unión de Izquierdas", protestó, exigiendo una rectificación inmediata del ministro Gérald Darmanin.
A diez días de la votación, asimismo, llegó el momento de que Gabriel Attal, el primer ministro que parece haber sido la víctima sacrificada en decisión de Emmanuel Macron, de convocar a lecciones anticipadas que probablemente darán a Francia una coexistencia entre el presidente y una mayoría de extrema derecha o de izquierda.
Attal no ocultó este punto, de hecho lo subrayó: "En el gobierno -dijo- tendrán a Jordan Bardella, o tendrán a Jean-Luc Mélenchon, o me tendrán a mí".
Anteriormente, había sido aún más explícito: "Cualquiera que sea el resultado de las elecciones -sostuvo, consciente del desplome de la popularidad de Macron - el presidente de la República seguirá siendo presidente hasta 2027. El resultado de las elecciones no se trata, por lo tanto, de quién será el presidente de la República, sino de quién es el primer ministro, quién gobierna, con qué gobierno y qué mayoría".
Un tema -el de la continuidad de la persona en la diversidad de la situación - que podría tener una tímida coincidencia en la encuesta Ifop de hoy, que constata -respecto al lunes- un descenso de la extrema derecha (34% para Le Pen/Ciotti), un pequeño aumento del Nuevo Frente Popular de izquierda (+1 al 29%) y una recuperación significativa de los macronoistas de "Ensemble" (al 22%), que salen del abismo del 18%.
Analistas y comentaristas políticos opinan sobre la estrategia de Emmanuel Macron para escapar de la "pinza" que lo retiene: la extrema derecha y el Frente Popular.
El presidente -dicen en su entorno- ha decidido presentarse a dos elecciones diferentes, una primera vuelta y luego una segunda vuelta.
En la primera vuelta, el objetivo es dividir al Frente Popular, para luego presentarse con el máximo número de candidatos en la segunda vuelta y desafiar cara a cara al mayor número de exponentes de extrema derecha.
Una estrategia que lo obliga hoy a llevar a cabo una campaña cada vez más derechista, arriesgándose a iniciar una anti-Le Pen en diez días.
Misión considerada casi imposible.
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