Palabra de Giorgia
Meloni, que en la rueda de prensa de clausura del G7 en Borgo
Egnazia no perdió la oportunidad de responder -sonriente, pero
decidida- a quienes, en vísperas de la cumbre, habían descrito
la región como "el talón de Italia, cediendo a los estereotipos.
Y en cambio, "los habitantes de Apulia estuvieron mucho más
allá de la altura para la tarea", subrayó la primera ministra,
agradeciéndoles.
"Creo que es la mejor respuesta a los
prejuicios habituales que se leen en la prensa internacional",
acotó.
La referencia muy clara es a un informe reciente de CNN
titulado "Estilo mafioso" sobre la región que acogió la cumbre.
Al fin y al cabo, Apulia, un territorio remoto y desconocido,
"finis terrae", ya no lo es desde hace tiempo: ahora es uno de
los destinos turísticos más populares, después de un viaje que
ha durado al menos dos décadas, ha ganado cada vez más atención
gracias también a las especificidades que la organización de
este G7 quiso resaltar, desde el olivo en el logo hasta las
opciones para recibir a los líderes.
Meloni quería reunirlos en una "aldea global", afirmó,
mencionando a los panzerotti (empanadas regionales fritas de
masa leudada rellena con salsa de tomate y mozzarella) y la
lucha contra la Xylella (una bacteria letal que ataca los
cultivos) como marco para tres días de trabajo sobre las
cuestiones más urgentes de la agenda internacional.
"Anoche, al final de la cumbre, después del espléndido
regalo que nos hizo Andrea Bocelli cantando algunas canciones
para los líderes, quería que fuera toda una velada tradicional
de Apulia, estaban los panzerotti, los artesanos, las damas que
arman las orecchiette (pequeños fideos) a mano, estaba la
taranta (fiesta de música tradicional), las luces de las fiestas
religiosas, estaba Apulia como la conocen ante todo los
apulianos, pero como la conocen los italianos", subrayó Meloni
ante los más de mil periodistas acreditados en la Cumbre.
"Tuve el orgullo de ver a los líderes del G7 con la boca
abierta, a veces incluso menos, por los sabores, los gustos, la
identidad... las señoras que regalaban pulseras hechas con
carozos de aceituna, los artesanos que trabajaban la madera del
olivo que tuvimos que erradicar por Xylella, las mesas las
hicimos con esa madera porque aquí siempre somos capaces de
reinventarnos. La señal que quería dar era un poco de la aldea
global que hay por aquí", concluyó satisfecha la primera
ministra.
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