El debate si se permite o no a Kiev atacar objetivos militares en territorio ruso con las armas provistas por Occidente fue afrontado por los 27 ministros de Defensa, reunidos por el Alto representante UE, Josep Borrel, quien sustancialmente juzga lícito "remover las restricciones", tanto es así que "algunos Estados miembros" lo han hecho, cambiando así su posición "respecto a hace unas semanas".
Y el presidente francés, Emmanuel Macron, fue aún más explícito. Kiev, dijo durante su visita a Alemania, debe ser capaz de "neutralizar" las bases rusas, abrazando así la línea de Volodimir Zelensky.
"Los rusos nos bombardean, avanzan a Járkov, nos detememos porque no podemos responder, y es injusto", explicó el presidente ucraniano, de sorpresa en Bruselas para la firma del Tratado de asistencia con Bélgica.
Pero es una cuestión políticamente espinosa, controvertida. En Italia, sin ninguna duda, pero no solamente.
Las posiciones de Borrell -las mismas que las de Jens Stoltenberg, que tomó parte en el Consejo de Defensa de los 27- suscitaron críticas, también feroces, de parte de una buena parte del arco político de cosecha propia. Matteo Salvini lo calificó de "tira bombas", Giuseppe Conte lo acusó de querer llevar a Europa "hacia la Tercera Guerra Mundial, como Macron", mientras el canciller y líder de Fuerza Italia (FI), Antonio Tajani, recordó que la posición de Italia "es diferente", no prevé "el uso de material militar italiano fuera de las fronteras de Ucrania".
Borrell clarificó que se trata de una decisión soberana de cada uno de los Estados miembros y que la UE no quiere (y menos puede) "forzar a nadie" en un sentido o en el otro. Las líneas son y seguirán siendo diferentes. Italia está cercana a Alemania (entre los más cautos), Francia, en cambio, se nclina (a veces) hacia Polonia y los países del flanco este, relativamente intervencionistas. Los nórdicos (Países Bajos y Dinamarca, por ejemplo) son similares a Gran Bretaña (que ya dio luz verde par ausar sus misiles) y ahora se espera, con una cierta aprehensión, la decisón de Estados Unidos, hasta ahora firmemente en el campo de Berlín.
Sería equivocado esperar proclamaciones públicas. "Los Estados miembros, aún cuando cambian de idea, no son proclives a hacerlo abiertamente, por varias razones, tanto de seguridad como de naturaleza política", comenta una fuente de la UE.
La campaña electoral para las elecciones europeas está en pleno desarrollo y, en ciertos países (como Bélgica), se vota también por las políticas, no todas las opiniones públicas son abiertamente favorables a un mayor involucramiento en el conflicto en Ucrania.
Tomemos entonces Bélgica. El primer ministro Alexander de Croo, en una conferencia de prensa, declaró que las armas suministradas a Kiev en el marco del acuerdo de asistencia -por lo tanto también los F-16, hasta 30 de aquí a 2028-deben utilizarse "dentro del territorio ucraniano".
Es una pena que el texto en sí tenga muchos más matices, ya que habla del "uso exclusivo" de las fuerzas ucranianas para "la defensa exclusiva de su integridad territorial contra la invasión rusa y de conformidad con el derecho internacional y humanitario". Lo cual -como prevé el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas- no excluye expresamente atacar objetivos militares en el campo enemigo.
En resumen, por un lado, la ley de la guerra y, por otro, las opciones políticas y estratégicas, que deben equilibrar "los riesgos de escalada" con la necesidad de los ucranianos de defenderse y poder presentarse "fuertes" en la mesa de negociaciones.
Zelensky fue muy claro. Putin "no quiere" la conferencia de paz en Suiza, intenta "sabotearla" organizando una plataforma alternativa. Precisamente por eso será importante presentarnos en Lucerna. "A los líderes mundiales les digo: vengan, si tienen ideas diplomáticas alternativas a las nuestras, preséntenlas", declaró Zelensky, subrayando que el silencio "equivale a apoyar la guerra". Biden en particular "debe estar presente": "Su ausencia sería un regalo para Putin, un verdadero aplauso".
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