Como en una película de terror, se abre un nuevo frente en el mundo ya agotado por las guerras de Ucrania y Gaza y también regresa la sangre del terrorismo. El rompecabezas global parece estar fuera de control y cada vez es más difícil encontrar puntos de referencia y equilibrio.
Y mientras asistimos a una escalada cuyo final no podemos imaginar, ahora debemos tener la frialdad de comprender que la prioridad sólo puede ser evitar que el ataque en Moscú marque un paso hacia un punto de no retorno. Probablemente todavía haya tiempo y posibilidades para evitar lo peor, pero necesitamos conciencia, visión y coraje que, a decir verdad, no son bienes muy extendidos en el diálogo global en este momento.
La reacción de Putin debería dar que pensar. El Kremlin cree que, de alguna manera, existe responsabilidad ucraniana en el terrible atentado contra el Ayuntamiento de Crocus en Moscú. Los atacantes -afirman los dirigentes rusos- entraron desde Ucrania y huían hacia Ucrania. Y sabemos que las reacciones de Putin ante los ataques terroristas de los últimos años siempre han sido terribles y una oportunidad para ajustar cuentas con alguien.
La reivindicación del ISIS parece contar poco a los ojos del zar, que, sin embargo, es muy consciente del terrorismo islámico de origen caucásico que viene azotando a Rusia en los últimos años. Algunos observadores dieron un suspiro de alivio ante la noticia de la afirmación de ISIS. Más vale el regreso del Estado Islámico -éste es el razonamiento- que la implicación de Ucrania -como se había planteado en Moscú-, lo que habría significado un sangriento y terrible punto de inflexión en el ya muy duro conflicto ucraniano.
Mientras tanto, si tenemos que considerar el regreso de ISIS como un mal menor, significa que realmente estamos en malas condiciones. Y luego el regreso de los carniceros del Estado Islámico (siempre que se confirme esta pista) añade un importante elemento de preocupación: es la apertura de un cuarto frente que se suma al ucraniano, el de Gaza y el del Mar Rojo, en el gran caos global. Esto sin considerar las diversas tensiones en todo el mundo, empezando por la de Taiwán.
En resumen, parece una confirmación de la teoría fragmentaria de la Tercera Guerra Mundial de la que había hablado el Papa. Pero ahora hay muchas piezas y el panorama global parece estar fuera de control.
Y en un mundo en el que las democracias y las autocracias parecen, cada vez más, formar dos frentes opuestos desde el punto de vista político y económico, el ataque en Moscú podría traer nuevas tensiones en esta fase de construcción de nuevos equilibrios geopolíticos. Todo dependerá del tipo de respuesta que Moscú decida dar. Y la respuesta, a su vez, dependerá de a quién identifique Putin como responsable del ataque. En este sentido, las palabras sobre Ucrania no son ciertamente tranquilizadoras.
La que no debería estar tranquila en esta etapa es la vieja Europa, recién salida de una cumbre que produjo muchas ideas y propuestas pero pocos pasos concretos. En cambio, la concreción y la puntualidad deberían ser ahora las consignas de la UE. El mundo está cambiando muy rápidamente y la construcción de una política exterior verdadera y concreta y de una identidad de defensa común debe ser la prioridad estratégica de los 27. Ya llegamos tarde y nadie esperará los largos tiempos de la Unión Europea. La defensa de los valores europeos, la paz y la democracia dependen ahora también de la capacidad de decidir rápida y adecuadamente a la realidad de nuestros tiempos.
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