"Nos mantuvieron en condiciones inhumanas. Ninguna persona -contó a los medios con voz débil, por primera vez desde su liberación- debería ser sometida jamás a un trato tan brutal y despiadado".
Amit, como todos la llaman, habla frente a los restos de la casa en la que vivió hasta ese día en el llamado "Barrio de Jóvenes Adultos" del kibutz, una hilera de pequeñas estructuras de hormigón y un pequeño jardín.
El paisaje de las casas que lo rodean es fantasmal: muebles, electrodomésticos, objetos cotidianos tirados al azar, colchones todavía manchados de sangre, paredes y gazebos carbonizados, decenas y decenas de agujeros de bala en las paredes e incluso casquillos de bala.
Sobre aquello que queda de los edificios, familiares y amigos colocaron, como recuerdo, las fotografías de quienes vivieron allí: rostros de jóvenes que alguna vez sonrieron, ahora asesinados o secuestrados.
Y la frase que ahora resuena en todo Israel. "Tráiganlos a casa".
A poca distancia de donde habla Amit, los campos cultivados dividen a Israel de Gaza: al otro lado, en la Franja, se vislumbra Beit Lahia o Jabalya.
Alrededor de Kfar Aza hay una doble valla, pero el pasado 7 de octubre no protegió el kibutz que fue asaltado al amanecer por más de 70 milicianos de Hamás fuertemente armados.
La masacre fue terrible: 74 israelíes asesinados, 19 secuestrados, 6 de los cuales siguen en la Franja, 11 liberados, incluido Amit.
Sin embargo, dos murieron en cautiverio: Alon Shamriz y Yotam Haim, ambos asesinados por error por el ejército en Gaza.
El rostro jovial y el pelo rojo de Yotam destacan en el cartel que cuelga sobre su ex casa, reducida ahora a una masa carbonizada.
Amit Soussana dijo que intentó esconderse en el armario, pero fue en vano. Muchos como ella fueron arrancados de sus lugares o refugios con granadas lanzadas por Hamás contra las paredes o prendiendo fuego a sus casas.
Amit -dijo- se defendió desesperadamente. "Seguí resistiendo hasta que finalmente -explicó- me ataron de brazos y piernas y me arrastraron. Tardaron más de una hora en llevarme a Gaza". Fotos y vídeos en la web mostraron repetidamente la terrible escena.
"Estar preso durante 55 días me pareció una eternidad. Por eso no puedo ni imaginar lo que se siente después de 115 días".
Mandy Damari es madre: se salvó el 7 de octubre, su hija Emily, de 27 años, está como rehén en Gaza.
"Ahora -contó con voz quebrada- está en un túnel, a 40 metros bajo tierra. Cierra los ojos e imagina a tu hija siendo asesinada, golpeada, abusada, tanto psicológica como sexualmente".
Palabras que congelan a quienes escuchan. Avichai Brodetz mantuvo a su esposa y a sus tres hijos, de entre 4 y 10 años, como rehenes de Hamás en Gaza durante 51 días.
"Los prisioneros de allí están vivos y no tienen mucho tiempo. Espero -dijo- que no haya más combates, pero si es necesario, la guerra puede esperar, los rehenes no. Y pido a los medios de comunicación y a la comunidad internacional hacer presión sobte todos".
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