Hasta ahora, la administración de Joe Biden ha guardado oficialmente silencio sobre la eliminación del número dos de la oficina política de Hamás, sobre quien pendía una recompensa estadounidense que ascendía a 10 millones de dólares tras los atentados del 7 de octubre.
Israel, según algunos líderes estadounidenses, no habría informado a Washington hasta que la operación estuvo en marcha, traicionando la tradicional confianza entre las agencias de inteligencia de los dos países. Una operación quirúrgica, como la administración Biden viene solicitando desde hace tiempo.
Pero corre el riesgo de ampliar el conflicto al suscitar la venganza de Hezbolá y de Irán, aliados de Hamás, tras el frente abierto por los rebeldes hutíes yemeníes en el Mar Rojo: la eliminación de Al-Arouri en el feudo de la milicia libanesa es, de hecho, el primero en los últimos años de un líder de la organización extremista palestina fuera de Gaza y Cisjordania.
"Es solo el comienzo, esto durará años", advirtió un alto dirigente estadounidense. "Nadie está a salvo si ayudó a planificar, recaudar fondos o llevar a cabo los ataques del 7 de octubre", añadió.
Sin embargo, lo que más preocupa a Washington es la falta de claridad de Israel sobre el futuro de Gaza, alimentada por declaraciones recientes de algunos miembros del gobierno. Como el ministro de Finanzas, Bezalel Yoel Smotrich, que llamó a los habitantes de la Franja a abandonar el enclave asediado, y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, según el cual la guerra en Gaza ofrece "una oportunidad para centrarse en fomentar la migración de los residentes de Gaza".
"Esta retórica es provocativa e irresponsable. El gobierno israelí, incluido el primer ministro, nos ha dicho repetida y consistentemente que tales declaraciones no reflejan la política del gobierno israelí", acusó el Departamento de Estado en un comunicado, exigiendo que tales afirmaciones "cesen inmediatamente".
"Hemos sido claros, consistentes e inequívocos en que Gaza es tierra palestina y seguirá siendo tierra palestina, sin que Hamás ya tenga el control de su futuro y sin grupos terroristas capaces de amenazar a Israel", añadió. Una postura en línea con lo subrayado también por el Ministerio francés de Asuntos Exteriores, que condenó las "provocaciones" de algunos ministros israelíes.
Mientras tanto, el secretario de Estado, Antony Blinken, volará a Israel la próxima semana para su quinta visita al país y cuarta a la región desde que comenzó la guerra, aterrizando en Turquía el sábado. Probables paradas también en Cisjordania, Jordania, Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos y Qatar.
Una misión aplazada unos días, pero, aseguran fuentes estadounidenses, "solo por razones técnicas" y no relacionada con el asesinato de Al Aaruri. El objetivo es mantener la presión sobre Benjamin Netanyahu y conocer sus próximos pasos, tras el viaje post-Navidad a Washington en el que su ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, aseguró a Blinken y al asesor de seguridad nacional estadounidense, Jake Sullivan, que Israel pronto se desplazará hacia el objetivo y fase quirúrgica solicitada por Joe Biden.
Dermer, sin embargo, no proporcionó un calendario determinado y la Casa Blanca le pidió que comenzara la transición lo antes posible: el año electoral ha comenzado y el presidente corre el riesgo de perder un consenso crucial si Israel continúa atacando a la población civil.
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