El ataque se produjo a media tarde, con la calle principal del barrio de Musharrafie abarrotada y transitada de coches. El tercer piso del edificio, parcialmente todavía en construcción y que albergó una reunión secreta de líderes de Hamás, fue destruido por dentro, pero las paredes y el techo permanecieron casi intactos.
El general libanés retirado Riad Qahwaji, experto en asuntos militares de la televisión panárabe-saudita Al Arabiya, afirmó que lo que impactó contra el palacio de Beirut fue un gran dron, "probablemente un Hermes 900 o un Heron, ambos capaces de atacar objetivos en tierra con precisión y quirúrgicamente mientras vuela a gran altura".
Los testigos en el lugar dicen que escucharon dos explosiones muy seguidas y una tercera poco después. Un cohete, dice Qahwaji, impactó desde arriba en la parte trasera de la sala donde se llevaba a cabo la reunión. Dos cohetes más impactaron en la fachada del tercer piso del edificio, destruyéndolo. De los seis muertos, todos son miembros de Hamás y no hubo víctimas entre los civiles que se encontraban en las cercanías.
"Esto demuestra que se utilizaron cohetes inteligentes", afirma Qahwaji.
El otro elemento crucial en el ataque atribuido a Israel es el uso de informantes sobre el terreno.
La zona afectada es parte de las afueras del sur de Beirut, un bastión de Hezbolá, que no ha sido atacada por Israel desde la guerra de 2006. Es un sitio supercontrolado por los mil ojos del servicio de seguridad del Partido de Dios.
Tanto es así que los cuadros de Hamás se movían tranquilamente dentro de esta zona, donde también hay espías e informantes que trabajan para Israel y que comunicaron a tiempo la última posición de Arouri y sus coroneles.
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