(ANSA) - Tenaz, riguroso y profundamente democrático, Sandro Pertini fue el primer jefe de Estado italiano en criticar abiertamente a las juntas militares en Argentina (1976-1983).
Decidió, en 1985, volar personalmente a Buenos Aires para abrazar al presidente Raúl Alfonsín, padre de la democracia redescubierta, aunque considerada en peligro, y a las Madres de Plaza de Mayo, quienes se habían embarcado en una valiente búsqueda de sus hijos desaparecidos, un esfuerzo incansable que continúa hoy.
En los años oscuros que siguieron al golpe, cuando se confirmaron secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones, muchas de ellas de origen italiano, Pertini envió mensajes "duros", rayanos en la ruptura diplomática, al general Jorge Rafael Videla y a los demás jefes militares.
Fue un compromiso continuo, hasta el último telegrama de 1983, dirigido al presidente 'de facto', el general Reynaldo Bignone, en el que escribió que "es toda la humanidad la que debe sentirse ofendida por los crímenes cometidos en la Argentina".
Pertini fue verdaderamente una de las primeras personalidades mundiales en abrazar la lucha por los derechos humanos violados en la Argentina y en 1978, al inicio de su mandato presidencial, recibió en el Quirinale, 'clandestinamente' para no dañarlas, a tres Madres de la Plaza de Mayo, guiadas por Hebe de Bonafini.
Su llegada a la capital argentina el 8 de marzo de 1985 se produjo en un ambiente de apoteosis, con grandes multitudes en las oficinas de la numerosa comunidad italiana, que lo recibieron con carteles que proclamaban: "¡Presidente, bienvenido a casa!".
Los elogios a Alfonsín, protagonista de una difícil transición, fue explícito y convencido, en particular por el anunciado estreno, previsto para el 22 de abril, del inédito juicio a las Juntas Militares, hecho que inspiró la película "Argentina, 1985", interpretada por Ricardo Darín, en el papel del fiscal Julio César Strassera.
En un aplaudido discurso en el Parlamento, rindió homenaje "al heroísmo de aquellas madres y esposas argentinas, que desafiaron indefensas el poder de la dictadura con la misma fuerza espiritual que demostró Antígona cuando reclamó el cuerpo de su hermano de Creonte en nombre De la humanidad".
Entonces recibió repentinamente la noticia de la muerte del Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Konstantin Cernienko, y decidió acortar la visita.
Fue un momento diplomático difícil de gestionar, complicado entre otras cosas por la necesidad de cambiar de avión tras el hallazgo en una turbina del Jumbo de Alitalia de objetos que hicieron gritar por un intento de atentado.
La periodista de ANSA Francesca Ambrogetti siguió personalmente esa visita que "tocó el corazón de cientos de miles de emigrantes italianos, pero también de argentinos".
Hubo, dice, un lindo evento no programado que sorprendió a los pocos presentes durante una parada en el barrio porteño de La Boca.
"Alfonsín -recuerda- acompañó a Pertini en un recorrido por el barrio más italiano de Buenos Aires".
"El grupo se había acercado al Riachuelo, un río en ese momento contaminado y maloliente. Un lanchero italiano que transitaba entre las dos orillas llamó a Pertini y le hizo señas para subir a su precaria embarcación. Sin pensarlo dos veces aceptó la invitación, dejando atónitos a los escoltas", relató.
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