Además, la preocupación del gobierno progresista de Luiz Inácio Lula da Silva es comprensible, ya que también teme una retirada de Estados Unidos contra el cambio climático, la deforestación en el Amazonas y la lucha contra el hambre y la pobreza, a partir de la cumbre de líderes del G20 de Río de Janeiro, dentro de dos semanas.
Bolsonaro, gran aliado de Trump en el cuadrante latino de las Américas, y con un pasado político similar al del magnate, fue de los primeros en brindar por el éxito junto al ultraliberal presidente argentino Javier Milei, y el salvadoreño Nayb Bukele.
El resultado "contra todo y contra todos", afirmó el conservador, "marca el renacimiento de un verdadero guerrero", tras "una persecución judicial injustificable".
Una "persecución" -una elección semántica no aleatoria- como aquella de la que el propio Bolsonaro denunció, reiteradamente, ser víctima.
Según los trascendidos citados por Folha de Sao Paulo, el entorno del expresidente derechista brasileño está convencido de que, con la llegada de Trump, el regreso es inminente y que los efectos se sentirán también en el Tribunal Supremo de Brasil, el último tener voz en el caso de una amnistía, después del fallo que dejó a Bolsonaro inelegible hasta 2030.
Lo que preocupa, en particular, a los magistrados y al gobierno es Elon Musk, definido por Trump como "la nueva estrella".
El magnate sudafricano, quien en Brasil vio bloqueada su plataforma X, además de ser crítico de Lula y "archienemigo" del juez de la Corte Suprema, Alexandre de Moraes, podría apuntar a posibles represalias que llegan hasta la propuesta de sanciones económicas contra Brasilia.
Lo que está claro, sin embargo, es que la nueva configuración política estadounidense tiene todo el peso necesario para contribuir a que se dé luz verde a una amnistía para Bolsonaro en el Congreso brasileño, donde el gobierno no tiene los números.
Y el Tribunal Supremo, bajo presión, no podrá impedir su entrada en vigencia a partir de 2026, permitiendo al líder de derecha presentarse a la presidencia.
Lula, quien en los últimos días había apoyado a Kamala Harris, intentó poner buena cara.
Felicitando a Trump, el líder progresista recordó que "la democracia es la voz del pueblo y debe ser respetada siempre".
Pero el clima en el Ejecutivo surgió íntegramente de las palabras del ministro de Hacienda, Fernando Haddad, que habló de un "día que empezó lleno de tensiones".
Hay muchas cuestiones en el país en el centro de la especulación -con el dólar disparad - y la necesidad de encontrar la solución adecuada para una revisión incisiva del gasto para 2025.
Entre los temores está el de que las consecuencias de la elección de Trump ya se puedan sentir en la cumbre de los líderes del G20, donde Lula hablará de la lucha contra el hambre y la pobreza, pero también el compromiso contra el cambio climático y contra la deforestación en la Amazonía.
Cuestiones hacia las que el presidente electo de Estados Unidos, al igual que Bolsonaro, ya demostró que no tiene una gran sensibilidad.
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