La diva Isabelle Adjani - por primera vez en el Festival de Spoleto (región de Umbría) - desnuda su alma en un espectáculo apasionante en el que lee textos de grandes escritores, donde el amor y el abandono adquieren matices de especial intensidad.
En el escenario del Teatro Caio Melisso, Spazio Carla Fendi, la actriz de culto del cine francés, aparece perdida en esta soledad de una escena en la que apenas se mueve entre una "chaise longue" freudiana de color rojo fuego y un sillón igualmente llameante.
Además, este viaje del corazón es kársticamente psicoanalítico, en su francés, con su dulcísima voz, en las páginas de los "autores que más amaba", como dijo la directora Monique Veaute al presentar esta edición del histórico festival, en su 67ª edición.
Así, ''Los murmullos del alma'' se abre con Marguerite Duras y su batalla con la página, una batalla diaria, donde la escritora dice poner todo lo que tiene dentro hasta el punto de quedar reducida al silencio.
Casi lo que sucede en el escenario de "Los murmullos del alma". El amor que vacía, que desnuda, que deja sin palabras y que la actriz interpreta como un paso decisivo del tiempo. Es una mujer en escena, leyendo palabras de mujeres pero que evidentemente son suyas.
Una actriz vestida sencillamente con un vestido largo negro y una chaqueta blanca, con su cabello cubriendo su hermoso rostro así como con las grandes gafas que a veces se quita para secar sus lágrimas en momentos en que sus ojos brillan con un azul tan intenso al alcance, en la oscuridad, hasta el espectador.
Destellos de luz en la oscuridad de la escena, que a veces la ve de espaldas, o en la "chaise longue" violeta donde interpreta la bella carta de despedida de Francoise Sagan, con la que deja a su hombre elaborando la lista de cosas que quiere dejarle, cuáles son los momentos que marcaron su historia, en una conmovedora alternancia de emociones.
Pero Adjani también habla con la voz de Cynthia Fleury para hablar del fin del coraje, se pregunta qué es la humanidad sin coraje. También, habla por Camille Laurence y su hija, con el elogio de la espera, o Fred Vargas. Y finalmente con la del único hombre, Giacomo Leopardi, y aquí qué maravilloso escucharla declamar en francés sin perder la intensidad, recibida al final con una ovación del público entusiasta.
''Si el público no estuviera allí, yo no existiría. Pero si yo no estoy, ¡ellos siguen existiendo! No se puede actuar sin público. Yo misma - dice Adjani en las notas del director -, cuando voy al teatro como espectadora, espero que algo suceda dentro de mí, que alguien me transmita un deseo, una emoción, un pensamiento, o que cambie mis pensamientos, que revele algo de mí frente al mundo. El público que viene a verte actuar es un público que confía en ti, por lo que al menos parte de ese momento de teatro marca la diferencia. Eso te permite entrar en otra realidad que deja de lado la vida cotidiana. Son momentos preciosos. ¿Puedes vivir sin eso? No lo creo''.
El Festival de los Dos Mundos de Spoleto, que va por su 67ma edición, no es sólo un escaparate de grandes nombres sino un laboratorio en el que crecen ideas, sinergias, colaboraciones y proyectos artísticos de distinta índole.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Copyright ANSA