El estudio proporciona una imagen más completa de la actividad cerebral asociada con diferentes tipos de amor, dice el coordinador Pärttyli Rinne, el amor por la pareja, los amigos, los extraños, las mascotas y la naturaleza. Resulta que el amor por los hijos genera la actividad cerebral más intensa, seguido del amor romántico.
Los expertos examinaron mediante resonancia magnética funcional el nivel de activación cerebral en respuesta a diferentes tipos de sentimientos amorosos que los participantes debían imaginar mientras escuchaban frases como "el gato se acurruca a tu lado y ronronea somnoliento". Las reacciones afectivas surgen de los ganglios basales, en la línea media de la frente, del precúneo y de la unión temporoparietal a los lados de la parte posterior de la cabeza.
"En el amor por los padres, hay una profunda activación del sistema de recompensa del cerebro en el área del cuerpo estriado, y esto no se ha observado en ningún otro tipo de amor", explica Rinne.
El amor compasivo por los extraños es el menos gratificante y provoca un nivel más bajo de activación cerebral que el amor en las relaciones cercanas. El amor por la naturaleza activa el sistema de recompensa y las áreas visuales del cerebro, pero no las áreas del "cerebro social".
Se descubrió que las áreas del cerebro asociadas con el amor entre personas eran muy similares, con diferencias principalmente en la intensidad de la activación. Todos los tipos de amor interpersonal activaban áreas del cerebro asociadas con la cognición social, en contraste con el amor por las mascotas o la naturaleza.
También se ha demostrado que la actividad cerebral puede identificar quién es el dueño de una mascota: el amor por estos animales, de hecho, ilumina más intensamente las áreas cerebrales de quienes los poseen.
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