Creado por el panadero de la Casa de Saboya en Turín en 1679, celebrado en todo el mundo el 27 de noviembre, es el primer sustituto del pan en la historia del arte blanco, un invento italiano todavía muy querido por las tres razones por las que fue creado: ligereza, salud y sabor.
Así lo subrayó, con motivo del Día Mundial dedicado a la alimentación, Aibi, la Asociación Italiana de Ingredientes de Panificación, que forma parte de Assitol, la Asociación Italiana de la Industria del Aceite perteneciente a Federalimentare (Federación de Empresas Productivas que promueven el Made In Italy) y Confindustria (Federación Industrial italiana).
Desde la ciudad de Saboya, los palitos de pan comenzaron a extenderse al resto de Italia, también porque se conservaban más tiempo que el pan; se convirtieron en uno de los primeros snacks consumidos, por ejemplo, durante las representaciones teatrales.
Entre sus grandes admiradores se encuentra Napoleón Bonaparte, que los hacía entregar periódicamente desde Turín.
Según datos de Aibi, este tipo de producto, que también incluye galletas saladas y panes blandos, representa el 6,4% de los ingresos obtenidos por las empresas panificadoras, situándose en el cuarto lugar del ranking de ingresos del sector después del pan, la pizza y los postres de aniversario.
Lo que determina su buen comportamiento en el mercado es su digestibilidad y, más aún, su practicidad de uso como reserva de despensa para utilizar en caso de falta de pan. El clásico palito de pan sigue siendo popular, pero existen nuevas versiones aderezadas con diferentes aceites, con guindilla o romero, con semillas, integrales, sin gluten e incluso dulces.
Además, el grisín suele estar presente de forma permanente en la cesta del pan de los restaurantes.
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