Este año, de hecho, el título que inaugura la temporada de ópera del teatro milanés el 7 de diciembre es La fuerza del destino", una ópera verdiana sublime y compleja en la que la guerra es el hilo conductor de una historia que se desarrolla a lo largo de varios años.
La ópera no se representó en San Ambrosio hasta 1965 y, aunque ha habido versiones famosas como la de 1978 con escenas de Renato Guttuso y Monserrat Caballé y las dirigidas por Gavazzeni y Riccardo Muti, hace 25 años que no se representa en el teatro, cuando Valery Gergiev la llevó con la Orquesta Mariinsky de San Petersburgo.
"Demasiados años", subrayó el director musical Riccardo Chailly, que desafió la reputación de mala suerte que ronda el título para poner en escena la edición crítica de 2005.
Quizás la reputación surgió de la trama, que parte de un desafortunado accidente: Don Alvaro se rinde ante el Marqués de Calatrava que no quiere que se escape con su hija Leonora, tira el arma al suelo pero se dispara un tiro que mata al noble.
Don Carlo, hermano de Leonora, promete venganza, que busca sin darse por vencido incluso cuando descubre que Alvaro es el amigo que le salvó la vida en la batalla, ni siquiera cuando le encuentra un sacerdote. Leonora busca expiación haciéndose ermitaña y pide, en vano, paz.
El público que vea la ópera en el teatro, en la televisión retransmitida en directo por Rai Cultura en Rai 1, o en los 37 lugares de Milán y sus alrededores, desde la prisión de San Vittore hasta el aeropuerto de Malpensa donde será proyectada, verá "un reparto formidable", aseguró Chailly, con Anna Netrebko, ya veterana de los estrenos del 7 de diciembre, el barítono Ludovic Tézier como Don Carlo y como Alvaro el tenor Brian Jagde llamado a último momento para sustituir a Jonas Kaufmann quien se retiró.
"Deséenme suerte", pidió Netrebko al hablar de las dificultades de su papel, especialmente en el himno religioso "La Virgen de los Angeles" que debe interpretar "después de dos horas de gritos y cantos".
Leonora, que decide retirarse a un convento, ciertamente no es una mujer del siglo XXI, admitió la soprano. Mientras que Don Carlo "es un personaje trágico, racista y chovinista, cualidades que nos llevan a la tragedia", añadió Tézier.
"Tenemos la idea ingenua de que la humanidad progresa y este trabajo resalta el hecho de que la humanidad no hace muchos planes sino que es siempre la misma", comentó Meyer.
Para representar esta "universalidad", el director Leo Muscato, junto con la escenógrafa Federica Parolini y la diseñadora de vestuario Silvia Aymonino, ambientaron cada acto en un período (y guerra) diferente, desde el siglo XVIII hasta nuestros días. En el folleto "la historia tiene su propia fragmentación y ocurre con años de intervalo. Es muy detallada, pero al final está el paisaje de la guerra", explicó.
Todo ello ambientado en un terreno trágico y alejado de la realidad representada por la rueda del destino.
La inauguración de la temporada -la última con Meyer a la cabeza- estará dedicada a una gran intérprete de esta ópera, Renata Tebaldi. Mientras que entre los espectadores estarán monstruos sagrados como Plácido Domingo, José Carreras y Raina Kabaiwanska además de representantes de las instituciones empezando por el Presidente de la República, Sergio Mattarella, del Senado Ignazio La Russa, y el ministro de Cultura, Alessandro Giuli.
Pero en su rueda de prensa, el superintendente agradeció a los particulares que "nos dan mucho más dinero que el público y nos ayudan cuando estamos en dificultades". Un golpe sin más atisbos polémicos que, sin embargo, fotografía la realidad: los privados dan al teatro 44 millones, las instituciones unos 40.
Es cierto que cada obra puede tener mil incógnitas, explicó Meyer, y puede haber "críticas que debemos aceptar filosóficamente", dijo dirigiéndose a Chailly, pero cree que "el 7 de diciembre será un momento fuerte" y espera "que deje una hermosa huella en la historia".
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