Y, sin embargo, una vez comenzado, me pareció completamente natural.
Tal vez
porque nosotros, los adultos, también llevamos dentro al niño
que fuimos".
Así escribe Andrea Bocelli en el prólogo de "PaperPuccini",
un relato inédito ilustrado, acompañado de tres historias en
cómic de repertorio dedicadas a las obras de Puccini en
conmemoración de los 100 años de la muerte del compositor,
publicado por Giunti junto con Disney Libros.
Bocelli, quien celebra sus primeros 30 años de carrera,
escribe el prólogo del libro y se convierte en coprotagonista
bajo la figura de "Andrea Vocelli" en su versión de Disney. Aquí
un extracto del prólogo, cortesía del editor.
"Puccini es a la música lo que Miguel Ángel es al arte
figurativo y lo que Dante Alighieri es a la literatura. Me une a
él una relación especial y antigua: es un gigante al que aprendí
a amar desde niño. A su música, a su genio, le debo algunas de
las mayores y más saludables emociones que jamás he
experimentado. Porque Puccini tiene la capacidad de desatar
verdaderas tormentas de sentimientos. Su música, como toda la
buena música, nos ayuda a abrir el corazón y la mente, a
escuchar la voz de la conciencia, educándonos en el bien. En
pocas palabras, nos convierte en mejores personas y capta las
más íntimas sutilezas psicológicas de los personajes femeninos.
A menudo, en sus obras, mujeres maravillosas pagan el precio de
sus afectos. Pero no hay que temer, porque si el canto termina
en lágrimas, poco después sus personajes se levantan entre
aplausos... ¡Esa es también la magia de la ópera! Una magia que
llevo dentro desde siempre.
Me cuentan que cuando estaba en la cuna, apenas escuchaba
una pieza musical, dejaba de llorar. En los primeros años de
vida, tuve que pasar largos periodos en el hospital y, según
dicen, la única medicina que lograba distraerme de mi condición
y del dolor que sentía era la música. Y pronto llegó Puccini.
Recuerdo que llevaba pantalones cortos cuando escuché por
primera vez "La Bohème". "Che gelida manina" fue una revelación:
fui abrumado por la belleza que la pieza transmitía. A los seis
o quizás siete años conocí "Tosca" y "Turandot", que me hicieron
soñar... Construía historias imposibles en las que yo mismo era
el héroe protagonista.
Canto desde entonces, desde siempre. Y mi primer escenario
fue la gran chimenea de la cocina. Hoy, como intérprete,
disfruto casi todos los papeles que Puccini concibió para un
timbre de voz como el mío; estoy en ventaja, naturalmente,
porque es raro que los personajes negativos en las óperas sean
tenores. Poder ponerme en la piel de Rodolfo ("La Bohème"), de
Mario ("Tosca"), de Calaf ("Turandot"), trae consigo una
avalancha de emociones, además de una gran responsabilidad. Y
normalmente cierro mis conciertos con "Nessun dorma". El
"vincerò" repetido tres veces es un verdadero himno para todos
los tenores, ¡y un llamado irresistible para el público!
Cuando se habla de ópera, a veces se piensa que el
repertorio "clásico" es difícil de entender, alejado de la
contemporaneidad, adecuado solo para un público culto y maduro.
Enamorarse de la ópera, en realidad, es más sencillo de lo que
se imagina. Es una forma de arte popular, se ocupa de los
sentimientos y, por lo tanto, es completamente actual y
absolutamente universal. No es necesario tener conocimientos
específicos para vivirla. La ópera nos ayuda a conocernos a
nosotros mismos, a entender los mecanismos de las relaciones
humanas. Claro, depende de nosotros, los profesionales, dar el
primer paso, incluso saliendo de los teatros y acercándonos a
los jóvenes, haciéndoles comprender la fuerza revolucionaria de
frecuentar y practicar la belleza.
¿Y si, en cambio, quisieran estar de este lado del
escenario, donde se canta y se toca? Entonces es necesario tener
pasión. De hecho, hay que apasionarse por la vida. Si se quiere
emocionar a quienes nos escuchan, es necesario tener algo que
contar, valores que comunicar y compartir. A un joven aspirante
a cantante le recomendaría no dejarse intimidar por las
dificultades, porque son parte del día a día. Le sugeriría que
actuara, que hiciera, sin perder tiempo y aprovechando cualquier
tropiezo en el camino, y todo lo que podría haberse hecho mejor
o de manera diferente. Le recomendaría determinación, optimismo,
confianza. Y que no se rinda bajo ninguna circunstancia, que
nunca deje de creer en sus propias capacidades. Por último, le
recordaría que tener una bella voz es solo contar con uno de los
muchos ingredientes necesarios.
En el día a día de cada cantante, el estudio es un factor
fundamental, el entrenamiento debe ser constante: es necesario
aplicarse cada día en las partituras musicales, pero también
reflexionar sobre la técnica vocal. A los cantantes de ópera se
les exige una disciplina rigurosa, muy similar a la que debe
seguir un atleta para obtener resultados.
Mantenerme en forma no es solo un deseo, sino también una
necesidad: el cuerpo, en su totalidad, es mi instrumento
musical, por lo tanto, trato de hacer ejercicio, tanto en la
música como practicando deportes. Durante una gira, el
equilibrio es aún más complicado, porque la voz está sometida a
un mayor esfuerzo y hay que preservarla con mucho cuidado. Antes
de un concierto trato de no cansar las cuerdas vocales,
guardando silencio durante algunas horas. ¡Y luego, diviértanse!
Como cuando cantan en la ducha".
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Copyright ANSA