"Les diré - dice quien fue el sex symbol del cine en los años 60 - que nunca me quejo.
Mis huesos me juegan malas pasadas
y me impiden moverme sin mis dos bastones, pero me las arreglo
bastante bien dadas las circunstancias".
Y agrega: "cuando uno se queja, a todos les molesta
escucharlo y los dolores no se van.
Entonces, mejor no quejarse
nunca. Vivo normalmente, como cuando era joven, pero con algún
inconveniente".
"BB" cumplirá 90 años a finales de septiembre, pero no está
obsesionada con la edad o con cómo ha cambiado su apariencia: la
vejez. "Me ha llegado poco a poco, día a día, sin que me
preocupe. Si soy vieja, no lo sé, y no quiero saberlo. Continúo
viviendo según mis posibilidades".
"No puedo agacharme porque mis huesos se rompen, admite.
Esto es un inconveniente, pero sobre todo no es práctico. Pero
no me importa, hay gente que está peor. Hay personas con cosas
horribles, yo soy afortunada. Y además, me mantengo bien
erguida".
Repite que tiene "otros problemas" y, por lo tanto, no pasa
la vida mirándose en el espejo "para contar las arrugas o los
cabellos blancos".
Dedica mucho tiempo a su cabello, "lo tengo largo hasta la
cintura" - dice - y "esencialmente sigue siendo del mismo color,
castaño claro, con algunas canas". Un metro y 50 de
"extraordinaria cabellera" que lava "sola" en el lavabo del
baño: "no me causa esfuerzo, pero es un verdadero trabajo".
En la larga entrevista, Bardot explica que combate "la
pereza de la vejez" trabajando cada día para sí misma, mantiene
sus relaciones y dirige la fundación animalista que lleva su
nombre.
Evita estar rodeada de mucha gente, prefiere su soledad: "el
aislamiento para mí es una elección - dice - es un lujo. El
silencio. Estar tranquila, solo con unas pocas personas. Tener
paz. Sin una multitud desatada alrededor. Sin estar en el
escaparate. La soledad, tal como yo la quería, siempre ha sido
mi sueño.
Y ahora reivindico ese sueño. Mi condición actual me gusta
muchísimo".
Y cuenta cómo es su día: desayuno y un cigarrillo, las
palomas vienen a saludarla en la terraza. Luego, la mañana la
quiere para sí misma, para el contacto con la naturaleza, sus
gatos, sus perros.
"Después me pongo a hurgar, a hacer orden, sin prisa. Lo
hago para mí. No necesito nada. Así como estoy, tengo todo lo
que necesito. No quiero nunca más de lo que tengo. Me preparo mi
plato para el almuerzo con cosas naturales. Soy vegetariana, lo
hago en un momento. Y luego, uso la misma ropa de cuando tenía
50 años, tengo la suerte de haber mantenido la misma figura".
Alrededor de las 18, Brigitte Bardot "cierra". Y explica:
después de esa hora "no hablo más. Todo lo que digo es lo que
pienso. No tengo mil cosas que contar, aunque siempre se espera
sacar más. Todos siempre quieren más".
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