Un hogar con los restos de una comida ritual, o quizás de un sacrificio, con el cuchillo de hierro aún allí, apoyado sobre las brasas. Y luego una lámpara, los restos de una vasija quemada, un pez de cristal de roca, pequeñas máscaras de bronce.
El aura de lo sagrado, en el San Casciano de hace dos mil años, se extendía también fuera de la gran pila y del templo que ocultaba la vista a los fieles, hasta el punto de que gran parte del santuario y el terreno alrededor del edificio deben Han aparecido literalmente cubiertos de estatuas y figurillas, obsequios, objetos vinculados a los distintos ritos.
"Lugares que en estos últimos meses de trabajo han aparecido llenos de vida", explica a ANSA el director de las excavaciones, Emanuele Mariotti, ilustrando los detalles de la última campaña de excavación junto con Jacopo Tabolli, profesor de la Universidad para Extranjeros de Siena, responsable de el proyecto y Ada Salvi quien representa la Superintendencia de Arqueología.
El primer ejemplo es precisamente el del hogar, con huellas de ritos que supuestamente acompañaron, en el siglo I d.C., la renovación querida por los romanos para asegurar y hacer más monumental las termas y el santuario fundado siglos antes por los Etruscos.
"Pero podría haber sido un ritual para sacralizar un pequeño estanque de agua fría encontrado en esa parte del terreno al sureste del templo", señala el arqueólogo.
En ese segundo pequeño manantial, además, surgieron otras ofrendas y exvotos, incluso un riñón forjado en bronce, exvotos que podrían vincularse con las diferentes capacidades curativas atribuidas a esta segunda agua.
No es seguro que los enfermos que llegaron para recibir tratamiento o las muchas madres preocupadas por la salud de sus hijos pudieran realmente acercarse al templo.
Quizás incluso estas ofrendas más sencillas, en muchos casos hechas de terracota, también eran confiadas a los sacerdotes.
Quienes ciertamente estuvieron presentes, sin embargo, fueron los trabajadores, comprometidos en pequeñas acciones de mantenimiento casi diarias y luego continuamente llamados a reparar y reforzar la muy frágil estructura de este pequeño templo que a lo largo de su vida tuvo que lidiar con la inestabilidad del terreno, los deslizamientos de tierra y los derrumbes debido en gran parte al incesante y violento chorro de agua hirviendo.
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