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Fernando Botero ha muerto, pero vive en su obra

El afamado artista vivió en la pobreza en sus inicios

BOGOTÁ, 15 septiembre 2023, 13:08

Redaccion ANSA

ANSACheck
"Mis años en Florencia los considero como los más importantes de mi formación", aseguró en varias entrevistas Fernando Botero, el más grande artista plástico colombiano y quien murió este viernes en Mónaco a los 91 años.
    Botero solía decir que era una gran conocedor del arte del Renacimiento italiano y se vanagloriaba de su saber a profundidad del arte de ese país, a tal punto que de allí surgió el eje central de su pintura, marcada por el volumen y el color.
    Juan Carlos, uno de sus hijos, resaltó a medios de prensa en varias ocasiones que el artista halló en 1956 la veta de su obra, el volumen, mientras dibujaba una mandolina, pero solo 14 años después y luego de vivir en México y Nueva York, las puertas del ámbito artístico internacional se abrieron para él cuando Dietrich Malov, el director del Museo Alemán, llevó a ese país varias de sus piezas para exponerlas, lo que le dio el salto a la fama mundial.
    Botero llegó al color y al volumen inspirado en las obras del artista italiano del renacimiento Piero della Francesca, cuya impronta visual eran la vivacidad del color, la geometría y la profundidad de campo, como lo narró el propio artista al documentalista canadiense Don Millar.
    Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, en el seno de una familia humilde. Fue el segundo de tres hermanos que sufrieron la pérdida de su padre cuando aún eran niños y muy jóvenes tuvieron que ayudar en la economía del hogar que sostenía su madre con costuras.
    Botero tomó el camino más difícil de todos los posibles, se dedicó al arte en una ciudad pequeña que aún respiraba cierto aire campesino, pese a ser el lugar donde surgieron las grandes empresas y de ser cuna de los industriales de Colombia.
    A los 15 años le vendió a uno de los vecinos de su casa sus primeros dibujos por unas pocas monedas. Hoy sus obras se cotizan en millones de dólares y los personajes de sus cuadros y esculturas, reconocidos por su volumen, han estado colgados en grandes museos y sus esculturas expuestas en las calles de ciudades como París, Roma, Tokio o Nueva York.
    Antes de concluir el colegio, Botero publicó sus primeras ilustraciones en la revista dominical del diario El Colombiano de Medellín. Tres años después marchó a Bogotá para dedicarse de lleno a la pintura.
    Como muchas de las historias de los artistas plásticos, Botero no solo fue pobre en su infancia, lo fue en su juventud, incluso cuando ya era padre de tres hijos.
    Botero fue siempre fiel a su vocación. A los 19 años realizó su primera exposición en Bogotá y en 1952, con un premio nacional de pintura y unos pocos pesos, viajó a Europa en un barco italiano, en el inicio de un camino sin retorno. Al artista lo unió desde entonces un lazo entrañable con Italia, a tal punto que cada año pasaba un tiempo en Pietrasanta, donde tenía vivienda y estudio, y donde fundía sus monumentales esculturas.
    La extensa obra de Botero estaban en manos suyas, de marchantes o de coleccionistas y están valuada en millones de dólares. Sin embargo, de todas sus colecciones tal vez la que más eco tuvo fue la relacionada con los excesos de los soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, en Irak.
    Pero ese no fue el único tema que Botero abordó en pinturas y esculturas, también le dedicó tiempo a asuntos como la vida en el circo, la violencia en su país, incluso a la muerte de su cuarto hijo, Pedro, quien falleció en un accidente de tránsito en España cuando apenas tenía cuatro años.
    Este viernes, el colombiano más universal partió y el país quedó sumido en una tristeza inconmensurable como su obra, pese que una parte de ella fue donada por el artista hace 23 años a dos museos en Bogotá y Medellín, donde siempre será eterno.
   
   

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