(ANSA) - Completamente restaurado y ensamblado en una operación sin precedentes, el carro de la novia encontrado en 2021 en Pompeya, en el pórtico de la villa en Civita Giuliana, vuelve a la vida después de dos mil años.
Documentado en exclusiva por ANSA, en la tarea de reconstrucción emergieron, gracias al trabajo en yeso, los cuerpos de los dos prófugos.
"Una obra extraordinaria que recupera un artefacto único en el mundo", subraya Massimo Osanna, director de los museos MIC que lo quería, por primera vez, para "L'istante e l'eternity", la exposición prevista a partir del 4 de mayo al 30 de julio en Roma, en las Termas de Diocleciano.
"Una perla que demuestra la singularidad de nuestro patrimonio", aplaude el Ministro de Cultura Gennaro Sangiuliano, subrayando que la restauración "es también la culminación de un esfuerzo que ha visto el parque arqueológico de Pompeya, la Fiscalía de Torre Annunziaa y los Carabinieri para la protección del patrimonio cultural".
Arrebatado por poco a los ladrones de tumbas, que llevaban años buscándolo y que casi lo encuentran cavando a fondo túneles en busca de los tesoros de la lujosa villa de las afueras de Pompeya, este carro que los romanos llamaban pilentum, en realidad era casi conocido solo por las imágenes de mosaicos y bajorrelieves y por los relatos de fuentes antiguas, Tito Livio, Virgilio, Claudiano, quienes lo asociaron con cultos femeninos describiendo su esplendor y comodidad.
La restauración, que tras la delicada fase de excavación llevó al equipo dirigido por Emiliano Africano durante todo un año, microscopio en mano, traer ahora ante nuestros ojos el asombroso objeto de aquellas historias.
"Casi más un carruaje de lujo", subraya Osanna, señalando cada detalle mientras junto a él los restauradores montan cuidadosamente las últimas piezas bajo las monumentales bóvedas de las termas romanas. "Un vehículo resplandeciente de bronces y platas, hecho para asombrar y encantar".
"Es increíble cómo Pompeya tiene esa peculiaridad de parar el momento", sonríe el director general.
Porque a pesar de las inevitables intervenciones modernas -la base de madera del cuerpo que naturalmente ha sido reconstruida, los elementos de plexiglás para indicar las partes faltantes- lo que encontramos ante nuestros ojos es en todos los aspectos una máquina de hace dos mil años, maravillosa, compleja y ciertamente muy delicada.
Con grandes ruedas que alguna vez fueron de madera de haya y llantas de hierro que el horror de la erupción y los estragos del tiempo han salvado, los troncos de bujes de madera que el fenómeno de la mineralización ha mantenido de algún modo con vida, el largo pasador de hierro que garantizaba el movimiento de las ruedas delanteras todavía está allí para hacer posible la dirección.
Por no hablar del baúl de madera pintada, estrecho, literalmente tapizado en metales brillantes, medallones grandes y pequeños con escenas eróticas muy crudas, cupidos, figurillas femeninas, una miríada de refinados y a veces microscópicos adornos esparcidos por todas partes, desde el fondo de bronce hasta las piñas que rematan los tapacubos.
Todo está decorado en esta obra maestra de refinamiento artesanal, incluso las bobinas de hierro donde se enrollaban las cuerdas que se imagina sostenían el cuerpo del carruaje un poco como una cuna, para ofrecer a quienes lo montaban la comodidad de un andar oscilante.
Y luego el respaldo del asiento del que hoy sólo queda el esqueleto de hierro pero que es fácil de imaginar revestido de cuero y cómodos cojines, con dos reposabrazos para facilitar la vida de la novia y sus acompañantes.
"Quien sabe quizás la madre", hipotetiza Osanna señalando que el asiento parece hecho para dos personas.
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