Los herederos de Karl Adler y Rosi Jacobi presentaron la demanda, según la cual Adler compró la obra en 1916 al dueño de una galería de Munich, Heinrich Thannhauser, pero se vio obligado a revenderla al hijo del dueño de la galería en 1938 por solo 1.552 dólares para procurar los medios para escapar de la persecución nazi.
Los herederos afirman que el hijo de Thannhauser se aprovechó de la desgracia de los judíos alemanes.
La pintura permaneció en la colección familiar hasta su muerte en 1976, luego fue donada con el resto de las obras al Guggenheim en 1978.
Ahora los descendientes de los Adler, junto con algunas organizaciones sin fines de lucro y judías, han presentado una clase demanda de acción, acusando a la galería de Nueva York de "posesión ilícita" de la pintura.
La familia exige la devolución del cuadro o una compensación al valor de mercado, estimado entre 100 y 200 millones de dólares.
El Museo Guggenheim cree que la demanda es infundada y afirma ser el propietario legítimo de la obra, creyendo que la venta de 1938 fue una "transacción adecuada entre partes que tenían una relación duradera y continua".
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