El 10,7% de la superficie terrestre global, casi 1,4 mil millones de hectáreas de suelo, está afectado por salinidad, y otros mil millones de hectáreas están en riesgo a causa del cambio climático y de la mala gestión humana. Es lo que arroja el informe de la FAO "Global Status of Sat-Affected Soi", que constituye la primera valoración del suelo en 50 años.
La excesiva salinidad reduce la fertilidad de los terrenos y tiene un impacto grave en la sostenibilidad ambiental.
En los países más afectados, el estrés puede llevar a pérdidas en los rendimientos de los cultivos, como arroz y judías, de hasta un 70%. Según el informe, el 10% de las tierras cultivadas de regadío y el 10% de las tierras cultivadas de secano se ven afectadas por la salinidad.
Los modelos de tendencia de la aridez en base al aumento de la temperatura apuntan a que las áreas afectadas podrían aumentar hasta alcanzar entre el 24 y el 32% de la superficie terrestre total, en su gran mayoría en los países en vías de desarrollo.
En la actualidad diez países -Afghanistan, Australia, Argentina, China, Kazakistan, Rusia, Estados Unidos, Irán, Sudán y Uzbekistan- representan el 70% de los terrenos contaminados por sal en el mundo.
En cuanto a los factores que determinan la salinización, son tanto naturales como inducidos por el hombre, explica el informe.
La crisis climática está aumentando la aridez y la escasez de agua dulce, se prevé que el aumento del nivel del mar pondrá a más de mil millones de personas de las zonas costeras a riesgo de inundaciones progresivas y salificación antes de que termine este siglo.
También las prácticas agrícolas inadecuadas llevan a cabo un papel significativo, como la irrigación con agua de escasa calidad, drenaje inadecuado, deforestación y eliminación de vegetación con raíces profundas, bombeo excesivo de agua en las áreas costeras e internas, uso excesivo de fertilizantes, agentes antihielo y actividad minera.
En concreto, el uso global de agua dulce aumentó seis veces a lo largo del último siglo, contribuyendo a la salificación de los acuíferos debido a su explotación excesiva para riego.
Unos terrenos alterados por la sal, cuya gestión sostenible es fundamental para satisfacer la creciente demanda de comida.
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