Esta zona, de hecho, marca la transición entre la fase REM, en la que soñamos, y las demás fases del sueño, en las que podemos mantener una vigilancia inconsciente hacia el mundo exterior.
El resultado, publicado en la revista Nature Neuroscience, se debe a investigadores de la Universidad suiza de Lausana, que estudiaron el cerebro de ratones gracias a nuevas tecnologías avanzadas.
El nuevo reloj biológico podría ser la clave para comprender mejor los trastornos del sueño y encontrar nuevas terapias, y también permitiría poner de relieve el impacto negativo del estrés en la calidad del descanso.
Cuando dormimos, el comportamiento del locus coeruleus sigue un patrón en el que picos de actividad se alternan con momentos de tranquilidad cada 50 segundos aproximadamente.
Este esquema había sido un misterio hasta ahora, pero los investigadores coordinados por Anita Lüthi han comprendido que se trata de un reloj real: durante los picos, el cerebro se encuentra en un estado más parecido a la vigilia, aunque no se despierta completamente, lo que permite una mayor vigilancia y una rápida reanudación de todas las funciones en caso de peligro, mientras que en las fases opuestas puede producirse la transición hacia el sueño REM, que en condiciones normales ocupa alrededor de una cuarta parte de la noche.
Los investigadores también descubrieron que las experiencias estresantes durante el día pueden alterar el 'tictac' del locus coeruleus, impidiendo la transición al sueño REM y fragmentando el descanso del cerebro con demasiados despertares.
Según los autores del estudio, estos hallazgos allanaron el camino para nuevas aplicaciones clínicas para personas que padecen trastornos del sueño, por ejemplo utilizando el locus coeruleus como objetivo para corregir el ciclo del sueño.
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